Nacido en Betanzos, llegó al Real Mallorca recomendado por su paisano Amador Cortés, en la temporada 75-76, siendo yo entrenador del equipo bermellón. Amador había sido jugador del Deportivo de la Coruña, Atlético de Madrid, Sporting de Lisboa y Real Mallorca. Retirado del fútbol, AC regentaba la Casa Gallega: prestigioso mesón, situado junto a la plaza Weyler y que era frecuentado por futbolistas, entrenadores, ex jugadores, artistas, periodistas, directivos, etcétera. Había que reservar mesa si uno quería comer en dicho establecimiento.
Amador Cortés era una gran persona y estaba rodeado de aduladores. Entre los que se hallaban ex compañeros suyos que estaban tiesos como una mojama y que, a cada paso, se dejaban ver por la Casa Gallega a ver lo que les caía. Y todos ellos comenzaron a largar en los medios que yo la tenía tomada con Buyo: el mejor portero, según ellos, que tenía el equipo y que no jugaba porque mi preferido era Alfonso García: recomendado por mí, tras haber pertenecido a la SD Ibiza y al Algeciras.
Los voceros, alentados por Amador, mentían como bellacos. Puesto que Alfonso García, murciano él, pertenecía al equipo mallorquín desde hacía tiempo y había sido cedido tanto al Ibiza como al Algeciras, equipos entrenados por mí, mediante mi mediación. Eso sí, en cuanto el club palmesano requirió mis servicios no tuve el menor inconveniente en solicitar su regreso al club. Aun así, los periodistas y sus adláteres me seguían poniendo a caer de un burro, diariamente, a ver si la dureza de las críticas me arredraban lo suficiente como para otorgarle las titularidad al chaval nacido en Betanzos. Fue entonces cuando a Chus Pereda, quien vivía entre Barcelona y Palma, lo nombraron seleccionador nacional de juveniles.
Chus Pereda, antes de ostentar el cargo de seleccionador, aprovechaba su estancia en Palma para charlar conmigo y me decía carecer aún de experiencia para sentarse en el banquillo. Como seleccionador, la verdad sea dicha, tardó nada y menos en preguntarme por Buyo. Y lo primero que hice fue llamar a Jaime Turró, segundo entrenador del equipo y extraordinaria persona, para que lo pusiera al tanto de los defectos y virtudes del joven guardameta. Ya que Turró lo entrenaba con verdadero mimo. Cuando me tocó opinar a mí, le dije que Paco Buyo no estaba todavía en condiciones de ser el portero titular de la selección española juvenil.
Chus Pereda, jovial, simpático y tan dado a manifestarse claramente como yo, me respondió: "Que el no estaba en condiciones de dejar a Buyo fuera de la convocatoria de futbolistas que se iban a enfrentar a la selección portuguesa". Y a mí me dio por profetizar: "Dado que los jugadores portugueses van tan bien por arriba, mucho me temo que Buyo lo pase fatal y hasta puedan golearlo. Ya que sus deficiencias radican en los balones por alto y en no dominar aún el área chica". No recuerdo ya la cantidad de goles que recibió PB. Ni tampoco me he preocupado en averiguarlo. Pero fueron unos pocos. Lo que sé es que aquel partido le hizo mucho daño al chaval y que sus actuaciones conmigo, que fueron pocas, siempre acabaron en derrotas.
Lo ocurrido entre Buyo y yo se ha venido tergiversando desde entonces. Hasta el punto de que me consta que él nunca entendió mi manera de actuar. Como tampoco yo la de sus mentores. Ahora bien, transcurridos tantos años, y sin querer ahondar más en el asunto, que podría hacerlo, no ha mucho se me preguntó en una sobremesa en la que se hablaba de fútbol, a calzón quitado, si Paco Buyo había sido mejor portero que Iker Casillas. Y dije que sí. Argumentando mi opinión: Buyo era intuitivo, rápido de reflejos, ágil y, además de saber de fútbol, jugaba muy bien con los pies. Sus saques orientados eran magníficos. Carecía de estatura suficiente para hacerse respetar por alto. Defecto que fue aminorando, poco a poco, con habilidad. De por qué no fue internacional muchas veces, no quise decir nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.