Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 12 de octubre de 2015

Adiós a un amigo

Hoy, Día de la Fiesta Nacional, un grupo de familiares y amigos dijimos adiós por última vez a Antonio Atencia Fernández. En rigor, Antonio llevaba ya su tiempo luchando contra una cruel enfermedad. Sin embargo, hasta hoy, cuando se le ha enterrado, no nos dimos cuenta algunos de sus amigos, que estábamos enterrando con él muchos lustros de nuestras vidas.

Antonio y yo nos conocimos en el verano de 1982. Creo recordar que fue en el José Benoliel y que nos presentó Antonio Tirado Antonati. Otro grande hombre del fútbol local. Yo acababa de llegar a la ciudad como entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta y tenía mucho interés en ir conociendo a cuantas personas se encargaban de mantener entre los jóvenes un entusiasmo desmedido por el deporte rey. Los años ochenta no fueron fáciles para los chavales y tanto Tirado como Atencia hacían una labor digna de encomio.

De Antonio Atencia, a quien yo nunca vi jugar, me dijeron que manejaba el balón como le daba la gana y, por tanto, tenía mucha calidad. Luego, en su faceta de entrenador, se le ha reconocido siempre que sus equipos exhibían la personalidad que él les imprimía. Era un hombre de fútbol, convencido de que cuanto sabía debía enseñarlo en su tierra. Puesto que en ella había hallado su medio de vida.

Debo confesar que no era Antonio Atencia, cuando yo lo traté, nada dado a dorarle la píldora al entrenador del primer equipo de la tierra; es más, puedo aseverar que más bien argumentaba con ideas claras sus opiniones contrarias acerca del juego del conjunto ceutí. Y, por consiguiente, se hacía oír. También recuerdo, cómo no, las muchas noches que lo tuve como cliente en el Pub Tokio, cuando yo lo regentaba. Iba en todo momento acompañado por un grupo de amigos. Con algunos de ellos sigo yo alternando -los martes- en los bares de la calle Jaudenes.

La última vez que hablé con Antonio Atencia fue para decirle que su sobrino, Rafael Atencia Acosta, fisioterapeuta, me había tratado dolencias en una rodilla con enorme acierto. Y allá que nos pusimos a pegar la hebra hasta que nos cansamos. A pesar de que ya se le notaban las secuelas de lo suyo. Pero Antonio seguía conservando esa facilidad de comunicación que tanto le distinguía. Amabilidad y cordialidad, sustentadas en una buena educación.

Así se lo he transmitido a Mailo Gil -su mujer- y a Rafael Atencia -su hermano-, mientras les expresaba mis sinceras condolencias. Antonio se nos ha muerto. Pero yo quiero ver en esta fecha tan señalada de su muerte un signo confortador; un símbolo de gran persona que siempre alimentó. Descanse en paz.



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