Como vengo escribiendo de hechos pasados, bajo el título de Mirando hacia atrás, algunos lectores me han preguntado si entra en mis planes contar cosas relacionadas con mi tarea como entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta. Y les he dicho que me cuesta lo indecible entrar en detalles. Ya que no es mi deseo tocar en la herida de nadie. Aunque no tengo el menor inconveniente en referirme a varios jugadores con los que trabajé en aquella época.
Guillermo Cherino. Era un defensa muy del gusto de los aficionados. Exhibía buenos modales fuera del campo y se llevaba la mar de bien con los directivos. Así que sus compañeros delegaban en él todas sus reclamaciones. Solía hablar con voz queda y daba la impresión de no haber roto un plato en su vida. Se ganó mi confianza. Aunque daba muestras evidentes de disgusto cuando yo trataba de hacerle comprender que rendiría más si corregía defectos añejos. En la segunda temporada que trabajamos juntos, me di cuenta de que su organismo no funcionaba bien. Y recomendé a la directiva que lo viera un cardiólogo. Mi petición no sólo sentó mal sino que cayó en saco roto. Poco tiempo después, supe que el jugador había sido operado. Jamás volvimos a cruzar palabra alguna.
Pepe Almagro. Tuve la mala suerte de encontrármelo cuando estaba en el tramo final de su carrera y ardía en deseos de colocarse en cualquier sitio que le asegurara su vida laboral. No reunía ya las condiciones físicas necesarias, pero sabía colocarse perfectamente y gozaba del sentido de la anticipación. Y qué decir de su golpeo de balón. Bueno tácticamente, no escatimaba nunca la ayuda a los compañeros llegados de la Península. Hace mucho tiempo que no hablo con él. Aprovecho la ocasión para destacar la amistad que me unió a su padre hasta el fin de sus días.
Manuel Fernández Cortés 'Lolo'. Era un futbolista fantástico. Su velocidad y manejo del balón eran indiscutibles. Estaba además capacitado para actuar en cualquier demarcación. Daba gusto verlo desenvolverse en los entrenamientos. En los que les daba sopas con hondas a todos los componentes de la plantilla. Y a mí me ilusionaba. Ilusión que se convertía en desilusión con sus deficientes actuaciones fuera de Ceuta. Nunca logré, salvo una vez en El Puerto de Santa María, que Lolo demostrara su valía en campo ajeno. De vez en cuando, nos vemos y solemos echar una parrafada.
Pedro Cerezo. No gozaba del favor de los aficionados que le achacaban un deficiente manejo del balón en zona tan comprometida como es la del medio campo. Verdad era que andaba empecinado en conducir demasiado el balón y en girarse sobre sí mismo sin ton ni son. Pero entendió muy pronto lo que yo quería y mejoró sus actuaciones. Buen comportamiento. Jamás formó parte de ninguna intriga de poca monta.
Rafa. apodado El negro. Tampoco gozaba del favor de nadie. Y salía al campo sabiendo que los primeros gritos y desnuestos serían para él. Conocía sus limitaciones y, por tanto, se limitaba a cumplir con la tarea que yo le encomendaba. Misión concreta que realizaba siempre con éxito. Sobre todo lejos del Alfonso Murube. Sus marcajes a jugadores destacados de la época, fueron decisivos para ganar. Obtuvo mi confianza. Porque demostró hombría de bien.
De los directivos de la época, me limitaré a decir que Arjanda Lalwani fue un presidente extraordinario. Pagaba religiosamente y jamás dio la nota. Mereció mejor suerte en su cometido.
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