Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 5 de enero de 2016

Rajoy sigue sin lograr pactos

Muchas son las dificultades que encuentra el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, para lograr un acuerdo de Gobierno con el PSOE y Ciudadanos, imprescindible, según él, para consolidar la recuperación económica y enviar un mensaje de estabilidad dentro y fuera de España. Y no será porque Rajoy no esté haciendo de la necesidad virtud. Aunque tenga que pasar por las horcas caudinas. De ahí que su actitud de hacer bien y de buena gana lo que debe hacer, aun grandes reformas, sea manifiesta. Verdad es que comportarse de otra manera, en la situación existente, no cabe en alguien tan sobrado de experiencia y habiéndolo sido todo como político a gran escala.

No tengo la menor duda de que el señor Rajoy será plenamente consciente de que en esta lucha que está manteniendo no se juegan exclusivamente los motivos políticos, sino también los personales, que no son los menos importantes. Los señores Rajoy y Sánchez se odian cordialmente. Lo cual no deja de ser un axioma. Es decir, una verdad como una catedral y más conocida que la indecible Belén Esteban en sus mejores momentos. Enemistad de la que los gobernados suelen ser víctimas.

Pero ¿en qué proporción los motivos políticos y personales influyen negativamente en contra de los ciudadanos? No hay manera de saberlo. Pero sí se sabe que ambos se mezclan de manera inextricable y acaban causando mucho daño a la gente. Ejemplos hay que están recogidos en nuestra Historia. No hace falta más que repasar los ocurridos durante la Segunda República.

Cuando existen dos personas que no se pueden ver ni en pintura, máxime cuando ambas están llamadas a entenderse por el bien de una nación, resulta imprescindible la intervención de una tercera con peso específico suficiente y capacidad reconocida para sentarse con ellas y convencerlas de que han de olvidarse de sus fobias y llegar a un gran pacto para poder gobernar y salvar la situación tan enrevesada que han creado las urnas. Yo no sé si Albert Rivera, el dirigente principal de Ciudadanos, es la persona apropiada para tal menester. Pero es la que, al parecer, han elegido los hombres importantes de las finanzas.

Ahora bien, ¿quién es capaz de poner de acuerdo, en este caso, a los llamados barones socialistas? Entre los que reina la división al respecto. Pues unos desean que se llegue a un gran acuerdo y otros no quieren ni oír hablar del asunto. He aquí, por tanto, un problema de muy difícil solución. Porque sigue habiendo muchos socialistas que no han olvidado cómo cargos populares gritaban a voz en cuello, en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, que lo mejor era que España se hundiera en la miseria para luego sacarla ellos de la sima.

Tampoco conviene echar en saco roto que a  veces el odio entre miembros de un mismo partido cuyas ideas sólo se diferencian por detalles es mayor que hacia los enemigos del partido. A veces los hombres que van juntos a la batalla se detestan más entre ellos que al enemigo común. Del mismo modo que el odio entre prisioneros supera al odio que éstos sienten por sus carceleros. El PSOE, actualmente, está más divido que nunca antes. Conque me imagino que será complicado aunar voluntades entre sus dirigentes para que acepten el llegar a un gran acuerdo con populares y ciudadanos.

Pacto que no desea Podemos. Ya que el poder desgasta, claro que sí;  pero  más desgasta estar en la oposición. Y, aunque los de Podemos están convencidos de que unas nuevas elecciones les sería muy rentable, lo que ellos anhelan es un pacto con Pedro Sánchez. Al que se opone Susana Díaz. Tildada ya de víbora por los partidarios del secretario general del partido y aspirante a ser inquilino de El Palacio de la Moncloa.

Por cierto, en situaciones de crisis, como la que se está viviendo en España, se me viene a la imaginación lo que hacían los griegos en los tiempos de Maricastaña: colocaban al frente del Gobierno a un tirano. Quien tomaba las riendas del poder mediante sometimiento a las leyes. No hay que dar a esta palabra de primeras el valor peyorativo que sólo adquirió, por el juego de la polémica, en las generaciones siguientes. Tomen lo dicho como adorno final de lo escrito.



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