Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 7 de mayo de 2016

Baez, Guerra, Navarro y Arnáiz

Rafael Baez Durán y yo nos conocemos desde hace la tira de tiempo. Y muchas han sido las veces que hemos compartido tertulias, ratos de ocio, cotilleos... y hemos tomado nuestras copas. Y nunca nuestras buenas relaciones se vieron debilitadas por habladurías de terceros, por tener un  mal día, por mor del viento de levante, o porque en esos momentos cualquier contratiempo nos estuviera afectando más de lo debido. Hablar de RBD es hacerlo de una persona emprendedora. Hace ya varios días le prometí visitar La Brecha. Y, por tanto, el viernes estuve en su establecimiento. El cual está dedicado a la venta de productos caseros, vinos y licores. El local, antes de que se me olvide, está situado en la calle O'Donnell, número 9. Frente a la plaza San Daniel. La Brecha no necesita que yo le haga el artículo. Pero sí les invito a que la visiten y prueben sus delicias.

Tras mi visita a La Brecha encaminé mis pasos hacia la sede de Ceuta Actualidad para charlar distendidamente con Pablo Guerra. Antes, como tengo costumbre cada vez que visito la redacción de este periódico, intercambié opiniones con Anselmo y el resto de compañeros. A Pablo le dije que le diera un repaso a mi escrito sobre el Madrid-City, publicado a las once y media de la noche del miércoles. Y, una vez que se había empapado de mi parecer, le pedí que leyera en el Diario As del día, es decir, del viernes, opiniones de ese partido firmadas por Relaño -director- y San Martín -subdirector. Las que nada tenían que ver con las publicadas por ellos el miércoles por la noche o el jueves a prima mañana. En las del viernes se basaron, por primera vez, en el ínfimo ritmo impuesto por Yaya Turé durante el tiempo que jugó y que contagió a un  Madrid que pudo pagarlo bien caro. No cabe la menor duda de que el buen plagiar está solamente al alcance de personas inteligentes. Es lo único que puedo decir.

A la hora del aperitivo coincidí con María José Navarro y algunos miembros de su familia en un bar del centro y a mí se me ocurrió recordar la gran obra de Manuel Bermudo de la Rosa: jesuita, profesor y director de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, conocidas como SAFA, fundadas en Alcalá la Real (Jaén) en 1940 y extendidas luego por las ocho provincias. Recordé de qué manera en la SAFA los profesores primaban las aptitudes de los alumnos en cualquier especialidad formativa para insistir en ellas y preocupándose lo justo si éstos no daban la talla suficiente (por ejemplo en matemáticas, aritmética). Con el fin de no despertar el rechazo escolar de los alumnos que, por hache o por be, sentían ansiedad en el momento en que se examinaban o les tocaba salir a la pizarra para resolver los problemas. La clásica fobia que siempre acaba en  miedo. Hablarle a María José Navarro de cuestiones relacionadas con la enseñanaza es ponerla en guardia. Encandilarla. Y a partir de ahí a uno no le cabe más que aceptar su lección plenamente convencido de que terminará aprendiendo. Eso sí, a cada lección de ella a mí sólo se me ocurría, como siempre, en preguntar los motivos de sus razonamientos. Pasé un rato agradable.

A las dos de la tarde, cuando ya había decidido regresar a mi casa, me crucé por la calle con Javier Arnáiz -arquitecto municipal-, quien llevaba mucho tiempo sin dejarse ver. Alegría, pues. Lo primero que hice fue preguntarle por su hijo. A quien conocí siendo un chaval y con el que luego disfruté, en ocasiones, hablando de su especialidad. Ya que es licenciado en Educación Física. Título logrado en el Instituto Nacional de Educación Física en Madrid. Javier me dijo que su hijo estaba en Méjico. Donde está para impartir sus conocimientos. Luego, con una cerveza por delante, decidímos darle un repaso a la actualidad de Ceuta. Y lo hicimos sin tapujos. Tal vez porque Javier y yo seguimos siendo conscientes de que lo hablado debe quedar entre nosotros. Es una máxima que hemos cumplido desde que fuimos presentados. Y ya ha llovido.





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