Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 16 de junio de 2016

Casillas, Pogba, y los comentaristas de Telecinco

Cada vez que se habla de aquella final de Champions League, jugada en Glasgow, en un día muy frío de mayo (2002), se nos dice que Iker Casillas, tras sustituir a César por lesión, hizo tres paradas salvadoras frente al Bayern Leverkusen, en los últimos minutos, que fueron decisivas para que ganase la Novena el Real Madrid. Y se miente. El problema es que una mentira repetida mil veces se vuelve verdad. Y no hace falta nombrar al autor de la cita.  

Casillas dio en aquel partido un curso acelerado de cómo fallar en los balones por altos y sus pifias provocaban saques de esquina temibles que solían rematar los jugadores alemanes. Cierto es que por dos veces el balón no entró en su portería porque sus pies lo impidieron. Con César, por ejemplo, esas segundas jugadas nunca se hubieran dado. La verdad no tiene más que un camino.

Tampoco tiene memoria el portero del Oporto cuando dice que no sabe los motivos que tuvo Del Bosque, ayudado por Fernando Hierro, para poner  a César de tiular y relegarle a él a la suplencia. Habrá, pues,  que refrescarle la memoria al santo varón de Mostóles. En principio, el cambio se produjo porque él era incapaz de dominar el área pequeña. Y, sobre todo, porque era tan irrisorio su manejo de balón con los pies, que sus saques de puerta, con el esférico en el suelo,  no llegaban ni a la mitad del campo.

Así que Fernando Hierro tenía que hacerlos. Y por ello se daban dos circunstancias contraproducentes para el Madrid. Una, que FH terminaba los partidos con los aductores hecho trizas por los continuos golpeos de balón. Dos, cuando un defensa saca de puerta se produce lo que se llama cerrojo estático. Y es así, porque el balón regresa al campo de quien saca, en bastantes ocasiones, antes de que el sacador haya recuperado su posición. Lo entienden hasta los niños que gatean.

Paul Pogba. Del jugador francés se viene hablando todos los días y fiestas de guardar. Lo consideran una estrella mundial del deporte rey y nos dicen que los grandes equipos de Europa pujan con avaricia por hacerse con sus servicios. El Juventus, su equipo actual, pide una fortuna por su traspaso. Y los turineses están en su derecho.

Pero yo nunca he tenido la suerte de ver jugar al tal Pogba tan extraordinariamente como airean sus incondicionales. Y, por supuesto, todos los siempre dados a vendernos la burra desdentada como si estuviera pletórica de fuerza y rebosante de salud. En fin, frente a Rumania yo vi al peor PP. Así que no me extrañó en absoluto que el hermano de Kroos se manifestara de tal guisa: "Mi hermano vale 120 millones más que Pogba". Yo también estoy a punto de creerlo.

Hay lectores de Aires de Ceuta que no se cortan lo más mínimo, y están en su perfecto derecho, en decirme que se me nota muchísimo lo mal que me caen Manu Carreño, José Antonio Camacho y Kiko Narváez. Y les digo que yo no le tengo tirria a nadie. Que yo no siento aversión por nadie. Y que tampoco me puede la inquina ni el rencor. De no ser así, nunca habría llegado tan entusiasmado a mi edad.

Ahora bien, dado que entiendo que haya muchas personas a las cuales les desagrade mi forma de escribir o de actuar, justo es también que yo critique a unos señores cuyos comentarios en una gran cadena de televisión, sobre un deporte tan extraordinario como singular, no están a la altura debida. Y no hay más...

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