La calle principal está animada. Se nota que la visita de Mariano Rajoy ha despertado mucha expectación. Los ceutíes, a pesar de los pesares, seguirán votando al Partido Popular. Hacer lo contrario sería, en estos momentos, un craso error. Por más que el Gobierno del PP haya dado motivos más que suficientes para ser castigado en las urnas.
Mariano Rajoy, comilón de mucho cuidado y a quien le importa un bledo y parte del otro que lo tachen de glotón, se habrá llevado una desagradable sorpresa cuando lo han sentado en el comedor del Hotel Parador la Muralla y no en el del Tryp. Donde en su última visita a Ceuta, creo que fue en 2005, cito de memoria, parece ser que se comió dos platos de patatas con choco que lo pusieron al borde del delirio.
A mí me habían dicho que Mariano Rajoy tenía un buen saque en la mesa. Mejor dicho: que su comer no tenía hartura y que su voracidad no estaba bien vista por quienes se encargaban entonces de hacer que su imagen se deteriorara. Mas yo tomé el rumor como una exageración de cuantos aún seguían pensando que como Aznar no había ninguno y andaban poniéndole todas las pegas del mundo a un parlamentario sobrado de ironía y desparpajo.
Sin embargo, me quedé de piedra cuando supe que MR, en un día caluroso de julio, se había comido dos platos de patatas con choco y que estuvo a punto de pedir un tercero, durante una visita que hizo a Ceuta. Lo cual vino a confirmarme que los rumores sobre su desatada canina eran ciertos. Y que sus asesores tenían motivos más que suficientes para andar preocupados por alguien acostumbrado a perder los papeles en cuanto divisaba un mantel en condiciones.
Un mantel en condiciones, de los que le gusta a Rajoy, sólo puede encontrarse en el Hotel Tryp. Cuya cocina es capaz de hacer virguerías con ese guiso de choco con patatas que dejaron a don Mariano, en su momento, agradecido a Ceuta de por vida. De hecho, yo creo que su visita a esta tierra, en el día de hoy, ha sido por estar convencido de que volvería a ser agasajado con ese guiso. Pero el presidente en funciones se ha llevado un chasco. Un chasco morrocotudo. El cual ha consistido en comer cosas de pitiminí en El Parador.
Cierto es que en el Tryp, con la que está cayendo, no está el horno para bollos. Pero, aun así, lo lamentable ha sido privar al presidente en funciones, y futuro ganador de las elecciones generales, de su gran placer: comerse un plato de patatas con choco. O sea.
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