Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 11 de octubre de 2016

Flirtear puede tener efectos secundarios

El lunes, una vez que me despedí de Fernando Jover, tras haber charlado un rato con él, coincidí con ella en el Parador Hotel La Muralla. Mujer preparada, mediante muchas lecturas, hábil e inteligente, MJC no se para en barras cuando cree que está obligada a llevarle la contraria a quien esté contando cualquier milonga. Ya sea hombre o mujer. Puesto que está convencida de que las mentiras se van repartiendo cada vez más a partes iguales. Sobre todo cuando se trata de emitir pareceres acerca de las relaciones entre parejas.

Los hombres, Manolo, y creo habértelo dicho en otras ocasiones, disfrutáis de lo lindo cortejando a las mujeres. Es más, yo creo que hacerles la corte os resulta excitante. Una forma de proceder que tiene una regla muy similar a ese juego de cartas llamado las siete y media. En el cual tan malo es no llegar como pasarse.

Depende del individuo. Pues no creo, MJ, que los hombres poderosos, salvo excepciones, sean muy dados a galantear. Más bien creo que suelen ir al grano. Por lo que flirtear con ellos es como una pastilla: nadie puede predecir los efectos secundarios. De hecho, tú que has ahondado en la vida de intelectuales, políticos destacados y presidentes de Gobierno, sabrás perfectamente cómo se las han gastado, y se las siguen gastando, todos ellos.

Por ejemplo: Mussollini, conocido como el garañón italiano, recibía docenas de cartas de mujeres apasionadas que se le ofrecían. Un secretario de confianza las clasificaba y se las entregaba como merecedoras de su atención. Documentos hay en los que se dice que el Duce recibía en el despacho al menos una mujer al día por la tarde, y a menudo tres o cuatro, una tras otra, que se asentaban en el libro de visitas como "visitantes fascistas". A don Benito no le bastaba, por lo visto, ni con su legítima mujer ni con su amante fija; la joven Clara Petacci.

Tampoco, Manolo, conviene olvidar a Roosevelt, presidente de Estados Unidos, a quien el estar condicionado a vivir sentado en una silla de ruedas no le impidió que Eleanor, su esposa, tuviera que compartirlo con Lucy Mercer, secretaria del ya entonces hombre más poderoso del mundo. Asimismo Eisenhower, siendo general y en pleno frente europeo, no se privó de tener amores clandestinos con la chófer de su vehículo de campaña. Y qué decir de los Kennedy. Y sobre todo de Bill Clinton. Éste ha vuelto a ser motivo de escándalo por mor de Donald Trump. El cual, de manera alocada, se metió en el túnel del tiempo para intentar defenderse de una charlatanería grotesca contra las mujeres.

Si te parece, querida MJC, le damos un repaso a los presidentes de la República francesa. En este caso, pocos se han salvado de coronar a sus mujeres. Hasta el punto de creer que casi todos han pecado de promiscuidad. Ve tomando nota por si se me queda alguno en el tintero: Giscard d'staing, Miterrand, Sarkozy, Hollande y... lo tengo en la punta de la lengua, un momento... Chirac, Manolo, Chirac. Gracias, MJC. 

Oye, Manolo, qué me puedes decir de los presidentes españoles. Pues que Adolfo Suárez tuvo siempre fama de mujeriego. Y de Felipe González te cuento: Un día, de hace ya muchos años, entrevistando yo a Carmen Romero, su primera mujer, le pregunté al respecto y su contestación fue la siguiente: Felipe es torero. Y como tú bien sabes, Manolo, los toreros tienen muchas admiradoras.

En suma, sí es verdad que el erotismo del poder existe. Y seguirá existiendo de por vida. Y sus consecuencias son muchas e impredecibles. Como los flirteos, repito: ya que, como las pastillas, suelen tener efectos secundarios. Y no puede haber mejor ejemplo que el lío en el cual andan metidos, en estos momentos, tanto Donald Trump por alardear en plaza pública de que no hay mujer que se le resista, como  Hillary Clinton, debido a la rijosidad de su marido cuando era inquilino de la Casa Blanca. 

De vivir el Arcipreste de Hita no le habría dado la menor importancia al asunto. Porque no tiene enmienda... 














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