Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 3 de enero de 2017

Inmigrantes

Cuando los primeros inmigrantes llegaban a Ceuta no había en España más antecedentes que las invasiones por mar principiadas por los fenicios y bajo el pretexto de los conejos. Pues se había extendido el rumor de que había tantos que hasta se podían coger con las manos. Luego arramblaban con todo lo que podían; sobre todo plata, cuyo valor desconocíamos, a cambio de naderías.

A partir de entonces nuestras costas sirvieron para que arribaran cartagineses, romanos, godos y hasta los amigos del conde don Julián. Ni que decir tiene que todos nos esquilmaban y, por tanto, a todos los fuimos abandonando a su suerte, en momentos claves, debido a los excesivos impuestos que imponían a los celtíberos.

La presencia de los inmigrantes subsaharianos por las calles en los años noventa causaban asombro entre los ciudadanos y los comentarios eran muchos y nada halagüeños para quienes venían huyendo de la miseria y convencidos de que Ceuta era  la antesala donde esperar la llegada del momento deseado: la entrada al Edén europeo. Craso error. Puesto que si la península no estaba preparada para soportar semejante invasión ya me dirán ustedes que podían hacer las autoridades ceutíes ante aquella avalancha. Careciendo de conocimientos y de medios para afrontar semejante reto.

A María del Carmen Cerdeira -delegada del Gobierno- y a Basilio Fernández -alcalde- se les vino el mundo encima al verse desbordados por aquel fenómeno social. Así que se levantaban cada mañana pensando en tomar las medidas oportunas y sobre todo dispuestos a soportar las denuncias de los medios de comunicación. Recibieron tantas críticas, injustas a todas luces, que éstas influyeron en su salud. Lo cual me consta.

Válgame lo dicho para romper una lanza en favor de las autoridades locales en momentos donde los asaltos a las vallas se vienen produciendo cada dos por tres y los enfrentamientos con las fuerzas encargadas de evitarlos dejan secuelas que a todos nos hacen sentir los sufrimientos ajenos. Lo que viene ocurriendo no resulta agradable. Ni mucho menos.

Cierto es que actualmente se cuentan con más medios y conocimientos -que los tenidos en su día por los cargos antes reseñados- para hacerles frente a tales asaltos. Pero siguen siendo insuficientes para atender semejante drama. Así que bien haría la coalición Caballas en no aprovecharse de tan terrible circunstancia para mediante soflamas tratar de sacarle rédito a una tragedia de tan difícil solución.


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