Hoy me he cruzado con Francisco Gutiérrez Sánchez, veterinario y amigo, después de haber estado poco más de un año sin vernos. Que es el tiempo que ha transcurrido desde que le practicó la eutanasia a Oasis. Debido a una dolencia de corazón que le había causado el edema pulmonar. Y, como apenas podía respirar, decidimos llevarlo a la Clínica Veterinaria Canibel para que lo durmieran y muriese. Y Paco me ha preguntado si he decidido tener otro perro.
Y le he contestado que no. Porque ni yo ni mi
familia nos hemos recuperados aún del drama que nos tocó vivir en el momento de
llevarlo hacia la muerte. Era nuestro perro regalo de mi hija y que ella trajo
a mi casa a mediados de 2005. Oasis
era un guapísimo labrador de irreprochable pedigrí. Un animal tan evolucionado
como para ganarse el derecho a no sufrir.
Y dado
que Francisco Gutiérrez, amén de ser un excelente veterinario, es un tipo
sensacional, aprovecho la ocasión para decirle que mi perro discurría más que
muchas personas. Y es que los perros, además de ser muy buenos y cariñosos, son
animalitos muy ordenancistas y consuetudinarios que se acuerdan siempre de lo
que han conocido una vez, y a los que gusta ver todo en orden y como Dios
manda, como decía Camilo José Cela.
Paco,
después de escucharme atentamente, como es costumbre en él, insiste en que
vuelva a disfrutar de otro perro. Pero yo le respondo que nones. Que me niego a
pasar por el trance vivido con Oasis.
Que lo pasé muy mal y que todavía lo echo de menos a cada paso. Sentimientos
que sólo se les pueden contar a las personas que aman a los animales y sobre
todo a los perros. Porque, de no ser así, te pueden calificar de chiflado.
Y
metidos ya en conversación, yo aprovecho el momento para decirle a mi amigo Paco que con mi Oasis aprendí yo
que a los perros, la soledad no se la quita más que su amo, y no un igual, así
sea una jauría la que alrededor tenga. Por tal motivo, nunca he entendido ni
entenderé jamás que haya personas capaces de abandonar a su perro porque sí.
Antes
de despedirnos, FGS, titular de la Clínica Veterinaria Canibel –Plaza Bermudo Soriano-,
volvió a la carga: Manolo,
hazme caso: Lleva un perro a tu casa. Y, claro, las dudas se han apoderado de mí.
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