Emilio Lamorena
Hacía mucho tiempo que yo no hablaba con él. Porque Emilio suele vivir entre Ceuta y la península. Pero hoy lo he visto venir por la calle del
alcalde Antonio Sánchez Prados y lo
he esperado en ademán de darle el abrazo fraterno. La amistad entre Emilio y yo viene de lejos. Ya que nos
presentaron a principios de los años ochenta en la cafetería del Hotel Puerto Bahía de El Puerto de Santa María. Y debo decir que
nos caímos muy bien. Aquella noche bebímos y hablamos por los codos. Y quedamos
citados para continuar nuestra conversación en Ceuta. A ser posible teniendo
como testigo a Guillermo Valero.
Persona excelente y muy querida en esta ciudad. A la que venía cada dos por tres para
vender los excelentes vinos de las Bodegas
Terry. Y ocurrió que yo no sólo llegué a Ceuta
sino que me quedé a vivirla para siempre. Emilio Lamorena me ha prometido
llamarme mañana para preguntarme sobre algo que él dice no entender muy bien.
Antonio Arana
Fue nacido en Algeciras y lleva muchos años
viniendo a Ceuta para vender los productos que representa. Es persona cariñosa
y de conversación amena. Cada vez que nos vemos no duda en recordarme anécdotas
relacionadas conmigo cuando yo entrenaba al Algeciras. Época en la que él era
un adolescente que gustaba de prestarle oído a todo lo que decían en la Peña Miguelín de su pueblo. Lugar al
cual acudían futbolistas, toreros, artistas y socios dispuestos a darles a la
sinhueso sin miramiento alguno. Hoy, tomando el aperitivo en la Cafetería del Hotel Ceuta Puerta de África, Antonio Arana me ha contado historias
de las que yo me había olvidado. Y me ha preguntado por futbolistas de la talla
de Periquito, Tarro y Tapia. A quienes Antonio
nunca vio jugar pero de los que sigue oyendo hablar de la calidad que atesoraban. También me ha pedido mi opinión sobre Andrés Mateo. Gran jugador, tres veces internacional, y un tipo extraordinario. Y le digo que yo siempre presumo
de haberlo tenido como ayudante en el Algeciras.
Mohamed Chaib
Mi
amistad con él data de muchos años. Comenzó el día que yo desembarqué en Ceuta. De lo cual hace la friolera
de más de tres décadas. Amistad verdadera, porque ha ido creciendo y creciendo
cada año, sin hacerse notar y sobre todo sintiéndose inmune a todos los
problemas que han ido surgiendo alrededor de ella. De Chaib podría yo contar muchas cosas buenas. La mejor de todas es
que nunca le he visto dudar cuando se trata de ayudar a alguien. Sin
mirar ni su clase ni su condición. Siempre está dispuesto a escuchar
atentamente a quienes se le acercan para ponerle al tanto de sus males. Sigo
admirando la paciencia que demuestra con cuantos acuden a él rogándole que
interceda ante quien corresponda para salir del atolladero en el que se hallan.
Jamás levanta la voz. Y en todo momento da pruebas evidentes de su buena
educación. Mohamed Chaib ha
alcanzado la madurez. La cual se manifiesta, sobre todo, en el equilibrio y la
generosidad, en la asimilación de lo vivido y en la voluntad de auxiliar a los
que todavía están a mitad de camino. Mi amigo cuenta con merecimientos suficientes
para enseñar. Tiene ya esencia de sobra para ocupar el sitio que le correpsonde.
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