Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 21 de abril de 2017

Condescendiente con nuestro alcalde


De un tiempo a esta parte, cada vez que le dedico un artículo a nuestro alcalde, los hay que suelen decirme que estoy siendo muy condescendiente con él. Y hasta me recuerdan que hubo una época en la cual lo criticaba acerbamente. Y, aunque yo no tengo por qué darle explicaciones a nadie, mi manera de ser me impide mandarlos a los chirlos mirlos. Amén de que son lectores de este escribidor. Y, por tanto, no renuncio a contestar lo que creo conveniente.

Hoy, sin embargo, durante mi caminata matinal, me ha abordado alguien que se ha distinguido siempre por ser un defensor a ultranza de Juan Vivas. Una persona que nunca se ha parado en barras a la hora de enumerar las cualidades personales de nuestro alcalde y, cómo no, destacando su sapiencia y buen hacer como político. Y lo primero que me ha dicho es que a buenas horas mangas verdes se me ha ocurrido a mí dorarle la píldora a un señor que ha perdido el oremus.

Inmediatamente tuve que sellar mis labios, mediante la presión de mis dientes, para no mandar  al Fulano a tomar por retambufa. Menudo jeta el gachó. Tan caradura cual desmemoriado. Cuando hasta hace nada andaba el tío hablando maravillas de don Juan Vivas. Con expresiones enfervorizadas de esta guisa: Vivas es el mejor alcalde que Ceuta ha tenido en toda su historia. A Vivas, el día que decida dejar la política, habrá que hacerle un monumento, en vida, a la vera de Antonio López Sánchez-Prado. Y así hasta derretirse de gusto la criatura.

En fin, tras contenerme mediante no poco esfuerzo, decidí contestarle a mi interlocutor con el sosiego correspondiente a mi edad y experiencia en esta tarea de escribir. Mira, Fulano, cuando nuestro alcalde transitaba la calle y era festejado por muchas personas y se veía obligado a estrechar manos y muchos como tú se inclinaban ante su augusto nombre, yo me entretenía en recordarle que no dejara de tener los pies en la tierra.

Pero Juan Vivas, entonces, con su carácter jovial y embargado por la emoción de saberse tan protegido y querido por sus paisanos, trataba de deleitar a cuantos se acercaban a él. Aunque, como buen político que era y lo sigue siendo, sabía sobradamente que permanecer en la cresta de la ola es tarea tan peligrosa como complicada.   

"Ya que pocas expresiones tan exactas como para definir la altura y la precariedad simultáneas de quien sube como la espuma, impulsado por una fuerza ajena, brilla  un instante, y después se desploma.  En la cresta de la ola hay soledad y vértigo". A ella se asciende sin equipaje y se queda expuesto al inexplicable capricho de la mar.
  
Mira Fulano, Juan Vivas lleva más de tres lustros en ese sitio. Y yo he estado advirtiéndole, durante los tiempos de calma, que tuviera cuidado con los temporales. Por motivos tan obvios como conocidos. Unas veces con más aciertos que otras. Y en todo momento dando la cara y por tanto exponiéndome a que el poder establecido tomara las medidas oportunas para silenciarme. Y sobre todo siendo motivo de murmuraciones por parte de personas como tú.

En cambio, en estos momentos, cuando nuestro alcalde se ha dado cuenta de que la ola en la que está subido puede estrellarse contra las rocas de un litoral, yo, que nunca le pedí nada ni le debo nada, sigo reconociendo su competencia y su valía como alcalde. Eso no obsta para que yo le siga recordando, cuando lo considere oportuno y necesario, los errores cometidos en tan larga travesía. O sea.








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