Escribo
cuando apenas faltan tres horas para que comience la gran fiesta de las
Hogueras de San Juan (playa de El Chorrillo). Convertida en un espectáculo con el cual empieza el
verano y propicia que el fuego cumpla con su deber de exorcizar muchos
problemas de los asistentes a la quema de muñecos.
La
hoguera tiene una larga historia como pena por delitos varios. Yo recuerdo el
mal rato que pasé viendo Juana de Arco en la hoguera.
Película dirigida por Roberto Rosellini
(1954) e interpretada magistralmente por mi adorada Ingrid Berman. Sobre el poder del fuego queda uno empapado leyendo Vidas Mágicas e Inquisición (Julio Caro Baroja).
Por
cierto, fue en el 2015 cuando un político local, muy conocido, se expresó así:
“La que sea puta y bruja, que cruja”. Frase terrible que nos evoca los peores
tiempos de la Inquisición y que ha quedado todavía en uso por algunos sitios
de Andalucía, entre gente de baja estofa. La frase significa que no hay por qué
silenciar los defectos o pecados ajenos, sino denunciarlos. El significado de “que cruja” alude
claramente a la hoguera inquisitorial.
Pero
dejemos de hablar del fuego cual tragedia y aprovechemos la fiesta de las Hogueras para
felicitar a nuestro alcalde. Por ser el Juan más famoso de esta Ciudad. Así que
su teléfono no dejará de sonar a partir de las doce de la noche. Aunque mucho
me temo que tales llamadas nunca alcanzarán las cifras registradas en los años
donde era aclamado como primera autoridad de Ceuta.
Aquellos
años fueron tan felices para Juan Vivas como disfrute también para sus
aduladores. Quienes eran incontables. Y sobre todo fieles a la causa y en todo
instante prestos a cantar las excelencias del mejor alcalde y político que
jamás había tenido Ceuta. La cúpula
de aquellos seguidores solía callejear con nuestro alcalde. Caminar junto a él
por caminos intrincados. Y hasta lo convencieron de que el método
Pilates era el ideal para que su cuerpo y mente siguieran funcionando
extraordinariamente.
Ni que
decir tiene que los componentes de aquel destacado grupo se inclinaban ante su
augusto nombre: Juan Vivas. Y la voz de éste tenía autoridad dentro de la
congregación aquella. Verdad es que nuestro alcalde los deleitaba con su carácter jovial. Y ellos respondían con el mayor de los agradecimientos: “La bondad es una dote del
carácter de nuestro alcalde”, decían por doquier.
Pues
bien, desde hace ya tiempo, mucho tiempo, no se sabe nada de todos aquellos
personajes que rivalizaban por estar más cerca de nuestro alcalde y gozar, por
supuesto, de sus atenciones. Dan la impresión de estar todos ellos
residiendo en Canadá. Que no es mal sitio para vivir, según me ha dicho ayer un
hombre de confianza de Pedro Sánchez.
En fin, alcalde, que si usted, pasadas las doce horas, carece de llamadas felicitándole por su santo, la cosa más normal del mundo por el desgaste del poder, no tiene más que marcar mi número y yo le prometo buscarle una clientela capaz de estar dorándole la píldora hasta el día en que se convoquen nuevas elecciones. "Porque el poder desgasta, claro que sí; pero desgasta sobre todo al que no lo tiene".
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