Nuestro alcalde se ha referido al enchufismo y sobre todo a la necesidad que hay de convencer a los ciudadanos de que su Gobierno ha huido siempre de semejante práctica. A la que considera penosa y muy lamentable; amen de causar desafecto por las instituciones. Pues bien, sus palabras me han dado motivo para acordarme de lo que pensaba Unamuno de tal asunto.
El gran escritor y filósofo decía que un político español era una persona que concedía destinos y un ciudadano español era una persona que los buscaba. Su descripción resultaba plenamente acertada al respecto de lo que era la vida pública de la época. Formas caciquiles o de clientelismo han existido siempre, existen ahora y seguirán existiendo. Lo peculiar del caso es que los abusos se han convertido en regla habitual y permanente.
Eso sí, cualquier partido que atente contra el clientelismo dejará de ganarse la confianza de muchas personas. No olvidemos que los partidos políticos se nutren de militantes capaces de tener la fe del carbonero y sin exigir nada a cambio. Pero también los hay que deciden afiliarse con las ideas muy claras: tratar de sacarle rédito al abrazo de unas siglas que les importa un comino. ¿Se acuerdan del GIL? Pues eso...
A mí me parece muy bien que Juan Vivas haya salido a la palestra para defenderse de las voces que lo acusan de permitir que las empresas municipales se hayan convertido en el refugio laboral de quienes carecen de los méritos requeridos para acceder a ellas. Aportando como única credencial el carné del partido.
Nuestro alcalde, pues, deberá enfrentarse a tan sempiterna como injusta costumbre. Con el fin de poner coto a que el clientelismo deje de ser una regla habitual y permanente. Porque erradicarlo no le será tarea fácil. Y mucho menos cuando las mayorías absolutas se han acabado y los partidos habrán de buscar los votos hasta... debajo de la cama.
Ahora bien, hay algo que no entiendo, por más que sepa que el personaje está atiborrado de cinismo desde que decidió hacer de la política activa su único afán en esta vida: ¿cómo es posible que sea Juan Luis Aróstegui el fustigador por excelencia del PP, acerca de las colocaciones a dedo, cuando él se jactaba, años atrás, de hacer posible que sus recomendados entraran tanto en el Ayuntamiento como en las empresas municipales con gran celeridad, mediante una simple llamada o bien con una nota escrita y firmada por él?
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