Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 16 de julio de 2017

Lionel Messi: un bajito irrepetible


Es la conversación que surge en la playa teniendo como testigo a José Mancilla y varios conocidos más, y a mí se me ocurre decirles que yo había escrito sobre los jugadores bajitos hace dos o tres años. En cuanto llego a mi casa, lo primero que hago es buscar ese artículo y lo encuentro con fecha 31 de marzo de 2015. Al grano.

La estatura se ve condicionada, según nos han dicho quienes saben del asunto, por factores ambientales durante la infancia, especialmente la alimentación y las condiciones sanitarias, sumadas a la influencia de los genes. Los españoles debemos aceptar que nunca fuimos un pueblo bien comido ni siquiera cuando nos hicimos con los tesoros hallados en nuestras conquistas americanas. Así que nuestra estatura nunca pasó de ser más o menos unos centímetros más arriba del 1,60.

El español –dijo alguien una vez- es un hombre bajito que siempre está irritado. Sabino Arana fue más lejos: se refirió a los españoles, cargando la suerte a los andaluces que iban llegando a trabajar a Vizcaya, como bajitos y renegridos que encima bailaban agarrados. Una perversidad para el conocido como Padre de la Patria Vasca. Los chicarrones, en cambio, eran nacidos nada más que en tierras norteñas. Se supone que era porque los vascos nunca conocieron la canina de verdad.

Los españoles bajitos, durante muchos años, tuvimos que hacer verdaderos esfuerzos para no venirnos abajo. Sobre todo quienes jugábamos al fútbol. Ya que hubo un tiempo, que duró una eternidad, en que ser corto de estatura parecía lo menos indicado para formar parte de un equipo. Los presidentes, los entrenadores, los directores técnicos de un club, cuando se les recomendaba un futbolista, lo primero que preguntaban era por su estatura. Menuda felicidad se apoderaba de ellos cuando les decían que el tipo medía muchos centímetros.

Futbolistas buenos, muy buenos, y bajitos, los hubo siempre. Aunque pocos triunfaban. Y los que lo conseguían, sepan ustedes, se debía a que eran técnica y físicamente extraordinarios. Pues había que serlo si querían triunfar en campos de tierra, embarrados, nevados… Con balones que pesaban una tonelada. Y qué decir de las botas. El cansancio de los viajes era para echarse a temblar. Y, desde luego, al no haber cámaras de televisión en los campos, las agresiones se sucedían a la par que los arbitrajes eran calamitosos, en bastantes ocasiones.

Llegaron tiempos mejores. Pero el momento cumbre fue cuando Luis Aragonés, harto ya de realizar probaturas, decidió hacer una alineación con siete u ocho jugadores cortitos de estatura. Y acertó de pleno el seleccionador. Pues le sirvió para ganarle la final a Alemania en el Estadio  Ernst de Happel de Viena. Con gol de Torres. Luego vendrían los triunfos obtenidos por Del Bosque y la locura de los españoles, amantes o no del fútbol.

Los éxitos de la selección española, ganadora de un Mundial y de una Eurocopa, actuando con futbolistas que lograron aburrir a sus rivales jugando en una baldosa, haciendo que el balón fuera de un sitio a otro con precisión, sin que los contrarios pudieran hacer otra cosa que correr y correr como el galgo tras liebre mecánica, encumbró al fútbol español. 

Un fútbol que ha ido a menos en su mayor representante: el Barcelona. Evidenciando que su juego actual es pueril, trivial, enjuto… Repleto de pasecitos cortos y horizontales. Y que, desde hace ya tiempo, está viviendo, única y exclusivamente, de las genialidades de un bajito irrepetible: Lionel Messi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.