Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 11 de agosto de 2017

Yolanda Bel

Por casualidad, me topo en la Avenida de Martínez Catena con una amiga muy sabia y me pregunta cómo se me ha ocurrido poner a Mabel Deu en los cuernos de la luna. Parece mentira que tú, que alardeas de conocer a los políticos y no te cansas de advertir de lo peligrosos que son cuando tienen a alguien metido entre ceja y ceja, va y decides ensalzar a la alcaldesa accidental. Que a mí me parece muy bien, pero que seguramente le habrá sentado como un tiro a Yolanda Bel. Eres de lo que no hay..., Manolo.

La reprimenda de mi amiga me sorprende. Pero le contesto que volvería a escribir lo mismo porque yo no creo que Yolanda Bel padezca de envidia y rencor. Por ser sentimientos tóxicos y por tanto ambos perjudican a la salud. Y la secretaria general del PP de Ceuta se distingue precisamente por su aspecto saludable, joven y fresco. Hasta el punto de que uno tiene la impresión de que la Secretaria sectorial está viviendo actualmente en la cresta de la ola. 

Mi amiga vuelve a la carga. Mira, Manolo, lo que trato de decirte es que tu artículo sobre Mabel Deu no ha gustado... Incluso ha servido para que algunas señoras del PP hayan bisbiseado cosas. Pero yo he dicho, donde había que hacerlo, que hubo una época en la cual tú le perfumabas el ambiente a la señora Bel. ¿O no te acuerdas de aquella entrevista tan celebrada y en la que ella contestó a todas tus preguntas sin dobleces? 

Claro que me acuerdo. Ya que esa entrevista fue el comienzo de una buena amistad entre la señora Bel y yo. Pero... El Pero adversativo, querida amiga, se refiere a que siendo ella la portavoz del Gobierno, tarea tan difícil como ingrata, yo decidí aconsejarla a mi manera para que dimitiera de un cargo que le estaba afectando a su carácter. Y el consejo que fue acertado, por útil, más que agradecimiento me procuró su enemistad.

A partir de ese momento, Yolanda Bel nunca más volvió a dirigirme la palabra. Además de mirarme, cuando se cruzaba conmigo, de manera esquinada. Verdad es que su forma de proceder me parecía infantil. Por consiguiente me afectaba menos que una derrota del Barcelona frente a cualquier equipo español. Pasó el tiempo y un buen día decidí hacerle el artículo de la reconcialición. ¡Que si quiere arroz, Catalina!

Mi amiga, que me ha escuchado atentamente, me dice que ella no estaba al tanto de semejante comportamiento. Y opina que Yolanda Bel -por pertenecer al partido desde que era una niña con calcetines, por los cargos que ostenta y por sus aspiraciones, muy justas, de ser alcaldesa o delegada del Gobierno en su día- debería dejar su orgullo en el cajón de la mesita de noche cuando sale de su domicilio.










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