Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 8 de septiembre de 2017

El problema catalán


Un año antes de proclamarse la Segunda República, Azaña se deshace en elogios hacia los catalanes en una reunión entre políticos madrileños y catalanes en la Ciudad Condal. Y hasta les promete, llegado el momento, concederles la autonomía y más aún: se atreve a decirles que tampoco se opondría a dejarles abierta la salida de España. 

En el decisivo Pacto de San Sebastián firmado el 18 de agosto de 1930 entre republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes se acuerda, junto a la estrategia para poner fin a la Monarquía e instaurar la República, reconocer la autonomía catalana cuando esté régimen se implantase.

Azaña fue el más acérrimo defensor del Estatuto de Nuria, el primero en dotar de autonomía a Cataluña, permitiéndole tener un gobierno y un parlamento propios, así como ejercer determinadas competencias. En mala hora tomó tamaña decisión. Puesto que en cuanto la República tuvo los primeros problemas con la revolución de Asturias, Companys los aprovechó para proclamar el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Dejando a don Manuel Azaña con el trasero al aire.

Ortega y Gasset, en cambio, lo vio muy claro. Tan claro como para decir que había que hacerse a la idea de que el problema catalán no se puede resolver, que sólo se puede conllevar. Conllevar en su verdadera acepción es soportar. Y no erró. Aunque, lógicamente, hay discrepancias al respecto. Lo peor del asunto es que las nacionalidades siguen siendo origen de muchos líos, que nunca hubieran metido en su Constitución los franceses, que son más listos. 

Líos propiciados por el llamado café para todos. Y que permitieron a Caro Baroja -autor de Vidas Mágicas e Inquisición, entre otros libros-, cuando le preguntaron acerca del Estado central y también de las autonomías, responder así: "Ahora, además del grande, tenemos el Estado mediano y sesenta Estaditos pequeños. Esto se está convirtiendo en un país de cagatintas en el que hay que estar pendiente de lo que se le ocurra al burócrata de turno".

De ahí que Luis Díez Jiménez, autor del Diccionario del español eurogilipuertas, con su proverbial humor, describiera así el Estado de las autonomías: "Oscilación típicamente celtibérica. Consistente en pasar de la España, una grande y libre" del franquismo, al "país de los cántabros, astures, vascones, várdulos, turdetanos, arévacos, carpetanos, tartesos e ilergetas", como "luminosa solución" al problema vasco-catalán. Ni que decir tiene que Luis Diéz Jiménez fue un visionario.

Ah, creo de interés transcribir literalmente, en estos momentos, lo que dijo Ortega y Gasset acerca del problema catalán, y que viene en Obras de José Ortega y Gasset: "Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existirán en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles". 

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