Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 27 de octubre de 2017

El discurso de Mariano Rajoy

He leído el contundente discurso del presidente del Gobierno en el Senado y la memoria me ha llevado en volandas hasta el mes de febrero de 2005. Cuando, siendo presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy puso un rejón de muerte en el Congreso de los Diputados a un lehendakari vasco que llegó a la cita bravucón y convencido de que iba a cargarse el Estado de derecho porque a él le salía de la taleguilla. Y he podido comprobar que Mariano Rajoy ha extraído notas de aquella faena con la que apuntilló a Juan José Ibarretxe para hacer lo mismo con el presidente Puigdemont. Por lo cual he decidido trasncribir literalmente mi artículo de lo ocurrido entonces.

Bajo el título de Mariano Rajoy estuvo sensacional, escribí lo siguiente: Ortega pensaba que la dificultad para hacer de España una nación radicaba en su extremo localismo, el cual la mantenía en perfecta disociación. Y a continuación expresaba el siguiente deseo: Que España fuera algo así como una bola de billar, perfecta, redonda, pulida y, lo que importa más, compacta elástica, capaz de vibrar y brincar ágil bajo la menor presión. Es lo que le he leído muchas veces en La Redención de las provincias. Pero está comprobado que el anhelo de nuestro filósofo y ensayista nunca será posible mientras haya políticos como Ibarretxe.

Llegó el Lehendakari a Madrid engallado y dispuesto a imponer sus ideas y amenazando con romper las reglas del juego si se le decía no a su plan. Se emplazó en el centro del hemiciclo y olvidó que una nación es un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y están representados por la misma lesgislatura. Rebelde y con aires de perdonavidas, Ibarretxe era la viva imagen del vasco que está convencido de que pertenece a una raza espcial y cuya lengua es milenaria. Y que, por tales razones, su pueblo no está dispuesto a pertenecer al Estado español.

Cantó las excelencias de un país, el suyo, civilizado, trabajador, moderno, y con el mayor número de visitantes en los últimos años. Y habló de tendernos la mano a los pobrecitos españoles que no podemos competir con el auge de su tierra y de esa Cataluña en la que Ezquerra Republicana aboga por un estado federalista. En una palabra, el proyecto común de España no les interesa. De ahí que el lehendakari dijera, en un momento determinado de su discurso, que deberá pensar si ellos quieren convivir con nosotros.

De momento, nos propone, con cierta magnanimidad, concedernos el derecho a disfrutar del País Vasco como libremente asociado. Pero se encontró con lo que no esperaba: un Mariano Rajoy en su plenitud parlamentaria. Me imagino que ese es el Rajoy que tanto gusta a Francisco Umbral. Pues no olvidemos que el hombre de Los placeres y los Días destaca siempre en el presidente del PP su flema y su porte de político inglés. 

 La verdad es que el jefe de la oposición estuvo brillante. Sacó a relucir lo mejor de su repertorio: ora la ironía, ora el sarcasmo, ora las denuncias repetidas con voz vibrante y demoledora. Hubo momentos en los que el lehendakari se sintió acorralado y su rostro aparecía totalmente alechuzado. No cabe la menor duda de que el presidente popular ha ganado muchos enteros con el debate y ha salido, al fin, de ese letargo que ha estado viviendo a la sombra de José María Aznar.

Aditamento. El señor Ibarretxe tuvo, al menos, el valor de presentarse en el Congreso de los Diputados. El señor Puigdemont, en cambio, se ha negado rotundamente a viajar a Madrid para exponer sus alegaciones en el Senado. Sin duda porque tenía asumido que Rajoy podía darle el mismo matarile político que le propinó a un Aguirretxe que se fue de España con el rabo entre las piernas.

Tras la burda declaración de independencia de Cataluña, por parte del presidente Puigdemont, el discurso contundente de Mariano Rajoy valdría nada y menos si no va acompañado de las acciones correspondientes para acabar con la farsa y castigar a sus autores. Y así será, según las declaraciones del presidente del Gobierno hace una hora y media.









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