Los errores que viene cometiendo el Madrid son crónicos. Por ser un equipo cuyas líneas repletas de grandes jugadores carecen de distribución racional. De ahí que incluso en los triunfos más sonados haya imperado el libre albedrío por sistema y por tanto la desconexión. Así ha sido desde que Zinedine Zidane es el entrenador.
Pero los éxitos suelen cegar incluso a quienes tienen la obligación de saber por qué se gana, por qué se empata o por qué se pierde. Con el fin de evitar que la máquina chirríe y el rendimiento merme ante la incredulidad de quienes pensaban -y siguen pensando- que la calidad de los futbolistas se basta y se sobra para combatir el desorden inveterado.
Quien escribe ha venido diciendo, desde hace la tira de tiempo, que el Madrid necesita un central que maneje la pierna izquierda para que haya en la zaga una distribución equilibrada. Con un futbolista zurdo la salida del balón por ese costado sería natural y mejor en todos los sentidos. Y, por si fuera poco, éste acudiría a los cruces con más solvencia.
Sergio Ramos, por ejemplo, tiene un único recurso para sacar el balón jugado desde atrás: los cambios de orientación con su pierna diestra. La mayoría de ellos son más espectaculares que prácticos. Máxime cuando esta acción hace ya poca mella en los marcajes en zona. Y además, al jugador nacido en Camas, le cuesta lo indecible girarse para correr con un rival que busca una pelota enviada al espacio libre.
Pues bien, el Madrid decidió recuperar a Vallejo. También diestro. Y encima, cuando juega, lo sitúan en el lado izquierdo. Donde además de tener que apechugar con sus debilidades específicas para salir ileso de semejante cometido, tiene que soportar las aventuras del lateral más anárquico del mundo: Marcelo. Toda una invitación para que los rivales traten de emprender todas sus jugadas por ese costado. Con lo cual se produce un desorden que arrastra a los hombres del centro del campo.
Verbigracia: es desolador ver a un futbolista de la talla de Kroos convertido en escudero permanente de Marcelo. Máxime cuando el alemán es diestro. Semejante aberración también influye negativamente en Casemiro. A quien le causa problemas gástricos hacerse notar por ese costado. Y si a ello le sumamos los deseos de Isco de estar en misa y repicando, apaga y vámonos.
El Madrid tiene una plantilla amplia y extraordinaria. Verdad de Perogrullo. La cual haría las delicias de cualquier técnico. Aunque es bien cierto que abundancia y calidad fomentan las indecisiones en el entrenador a la hora de elegir. Y éste ha de evitar, por tanto, caer en la paradoja del asno de Buridán. El talento radica en hacer un sistema adecuado a las cualidades de los jugadores designados en cada ocasión. O sea... discurrir bien para que haya un equilibrio racional, sustentado en la calidad de los futbolistas y en la disciplina.
Pues bien, el Madrid decidió recuperar a Vallejo. También diestro. Y encima, cuando juega, lo sitúan en el lado izquierdo. Donde además de tener que apechugar con sus debilidades específicas para salir ileso de semejante cometido, tiene que soportar las aventuras del lateral más anárquico del mundo: Marcelo. Toda una invitación para que los rivales traten de emprender todas sus jugadas por ese costado. Con lo cual se produce un desorden que arrastra a los hombres del centro del campo.
Verbigracia: es desolador ver a un futbolista de la talla de Kroos convertido en escudero permanente de Marcelo. Máxime cuando el alemán es diestro. Semejante aberración también influye negativamente en Casemiro. A quien le causa problemas gástricos hacerse notar por ese costado. Y si a ello le sumamos los deseos de Isco de estar en misa y repicando, apaga y vámonos.
El Madrid tiene una plantilla amplia y extraordinaria. Verdad de Perogrullo. La cual haría las delicias de cualquier técnico. Aunque es bien cierto que abundancia y calidad fomentan las indecisiones en el entrenador a la hora de elegir. Y éste ha de evitar, por tanto, caer en la paradoja del asno de Buridán. El talento radica en hacer un sistema adecuado a las cualidades de los jugadores designados en cada ocasión. O sea... discurrir bien para que haya un equilibrio racional, sustentado en la calidad de los futbolistas y en la disciplina.
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