Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 27 de noviembre de 2017

El cuento del alfajor

Me llama mi amigo Pedro de la Calzada, nacido en Ciudad Rodrigo y residente en Palma de Mallorca, desde hace una eternidad, para decirme, como barcelonista que es desde que tuvo uso de razón, que no entiende por qué no escribí ayer por la noche sobre el Valencia-Barcelona. Dado que fue un partido extraordinario por parte de ambos equipos. Ni que decir tiene que soporté con estoicidad sus reproches. Una regañina  merecida. Mi defensa fue tan pobre como poco creible.

Mira, Pedro, yo no acostumbro a opinar del Barcelona porque cuando lo hago el contador de lectores baja. Pero hoy te prometo que trataré de hacerlo a la ligera de un partido que tuvo de todo: emoción a raudales, dominio total y absoluto del Barça durante la primera parte, gol de Messi, por fallo de Neto, que no vio el árbitro ni el asistente, y una segunda parte en la que los locales merecieron el empate y algo más.

Empezaré por referirme, una vez más, a los profesionales de televisión que narraron y glosaron el partido. Carlos Martínez, Michael Robinson y Julio Maldonado Maldini. Ninguno fue capaz de enriquecer el conocimiento de los telespectadores con sus pareceres. Y me explico: el Valencia, en cuanto se puso el balón en juego, se replegó en bloque a su campo. A ver qué medidas estratégicas tomaban los azulgrana. Y éstos adelantaron sus líneas y presionaron implacablemente. Jugando además con deseos evidentes de llegar cuanto antes a la portería de Neto.

Semejante presión, sustentada además con un vertiginoso movimiento del balón, dejó al equipo de Marcelino anonadado. Sin posibilidades de tener la pelota y tampoco de pasar al campo rival. Y por tanto sin la menor oportunidad de explotar las debilidades que ofrecía la alineación hecha por Ernesto Valverde. Debilidades que se veían a una legua. Y de la que podrían aprovecharse los valencianos si decidían afrontar la segunda parte con brío y valentía. Dos puntos negros cuyos jugadores fueron los más ensalzados por los profesionales de la televisión en los primeros 45 minutos.

Dada la baja de Piquer, los centrales del Barcelona fueron Umtiti y Vermaelen. De Umtiti, situado como central en lado derecho, siendo más de izquierdas que Lenin, no se cansaron los susodichos comentaristas y glosadores de decirnos que era como central la séptima maravilla del mundo. Que no había necesitado ni siquiera período de adaptación. Lo cual suele sucederles nada más que a los grandes jugadores. Tampoco se privaron de dedicarle ditirambos a Busquets. Quien, durante la primera parte, gozó de la misma comodidad que le ofrece cualquier sofá de su casa. 

La segunda parte, en cuanto el Valencia, tras ser asesorado por Marcelino -su entrenador-, decidió explotar las debilidades defensivas que ofrecía Umtiti, jugando a pierna cambiada, por medio de Gayá y de los componentes de la banda izquierda valenciana, y los dos medios centros che se echaron encima de Busquets, el Barcelona comenzó a flaquear. Y así llegó el gol de Rodrigo. Y pudieron llegar otros.

Valverde trató de tapar el agujero que se estaba produciendo en el costado derecho de su equipo. Y lo hizo de la siguiente manera: Aleix Vidal salió en lugar de Semedo. Doulofeu  jugó como extremo en la derecha para tratar de evitar que Gayá siguiera haciendo diabluras por ese lado. Y entró Deni Suárez para oxigenar el medio campo. En el cual Busquest estaba como siempre que los rivales tocan a rebato: sin capacidad defensiva para soportar un asedio.

A Umtiti, por ser un zurdo cerrado, le sienta jugar en la derecha como a mí un traje campero. Y el hombre, dado que en la primera parte no lo inquietaron, jugó siempre de frente y apenas tuvo que ayudar a Semedo. En la segunda parte, sin embargo, se les vieron todas sus deficiencias en esa demarcación. Y de  Busquets ya opiné. Pues bien, nuestros admirados Carlos Martínez, Robinson y Maldini nos contaron, una vez más, el cuento del alfajor. 









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