Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Dedicado a Emilio Lamorena

Una vez más ha sido Emilio Lamorena el primero en felicitarme las fiestas. Y así lo lleva haciendo desde hace ya un montón de años. Y una vez más su llamada ha vuelto a producirme la satisfacción de saber que nuestra amistad sigue estando intacta desde aquella primera conversación mantenida en la sala de estar del Hotel Puerto Bahía (El Puerto de Santa María), un día de agosto de 1982.

Anoche tuvimos ocasión de recordar que nos presentó Guillermo Valero. A quien no se le caía de la boca el nombre de Ceuta. Vendedor de vinos de las famosas Bodegas Terry, GV se distinguía por tener una personalidad acusada y sobre todo por su bondad. Era espléndido a tiempo completo. Pero pocos conocían que los más necesitados acudían a él como las moscas a la miel...

Hablamos también de la derrota del Madrid frente al Barcelona y de los comentarios que se han vertido contra Zidane por no haber contado en esta ocasión con Isco. No tuve el menor inconveniente en decirle, a mi querido Emilio, que hay un buen número de exjugadores de fútbol que emiten su parecer en los medios sin haber pasado por el trance de entrenar en su vida. Cuando deberían estar ejerciendo esa profesión. Dado que, por su historial, les sería más fácil. Y luego, en caso de no dar la talla en tan complicado menester, siempre les quedaría el consuelo de volver a ponerse delante de un micrófono a impartir lecciones.

Asimismo salió a relucir en nuestra charla cómo los entrenadores de fútbol que han sido destituidos, en no pocas ocasiones, acuden prestos a las llamadas de los medios para emitir sus pareceres. Cuando lo más conveniente, en casos así, sería pensar en los errores cometidos durante su estancia en los banquillos. Bien distinto sería si hubiesen decidido no entrenar nunca más. Fue entonces cuando a mí se me ocurrió mencionar nombres de entrenadores que se pasaban mucho tiempo hibernando cuando eran despedidos. Sin querer saber nada de cuanto acontecía a su alrededor. Se hablaba entonces de vergüenza torera.

De entre los nombres que a mí se me ocurrió nominar surgió el de Ventura Martínez. A quien tuve la suerte de conocer cuando yo era un niño y él jugaba ya en el Xerez. Destacaba como extremo por su perfecto conocimiento del juego; procedente del Real Valladolid, su vida quedó ligada para siempre a Jerez de la Frontera. Mi amistad con Ventura se afianzó siendo él persona de mi total confianza en el Portuense. Y, por tanto, nos pasábamos las horas muertas hablando de fútbol.

Así que una noche, Emilio, tras acabar un partido, nos fuimos los dos a celebrar el triunfo a la cafetería del Motel Caballo Blanco. Y le hice la pregunta que nunca antes me había atrevido a hacerle a Ventura Martínez. ¿Cómo es posible, amigo, que un entrenador como tú, capaz de salvar a equipos del descenso, repetidas veces, y de ascender a otros sin entidad suficiente ni presupuesto para ello, siempre acababas firmando con el primer club que llamaba a tu puerta, aunque éste careciera de la importancia que tú merecías?

Ventura Martínez me respondió en un santiamén: "Tenía dos hijas universitarias y me angustiaba la imposibilidad de no poder cubrir los exigentes gastos que los estudios generaban. Por lo que me resultaba imposible quedarme en casa e ir seleccionando ofertas". VM deseaba cuanto antes hacerse con un dinero seguro y luego que Dios repartiera suerte. Y casi siempre se obraba el milagro del ascenso con equipos de medio pelo.

Era otra época, querido Emilio... Y tú la conociste cuando ya estaba en su tramo final.











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