Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Recordando a jugadores a los que dirigí

Haber sido entrenador durante diecinueve temporadas me ha permitido conocer a muchos jugadores de una época en la cual las dificultades en las categorías inferiores eran muchas. Incluso en la Segunda División A se sufría de lo lindo por la escasez de medios. Por consiguiente, mentiría si no dijera que tiempos pasados no fueron mejores. O, al menos, no lo fueron los años sesenta, setenta y parte de los ochenta. Años en los que dirigí a futbolistas que aún permanecen en la alacena de mi memoria. Y de los que conservo muy gratos recuerdos. Así que he decidido aprovechar este final de año para recordarlos.

Porteros. Sebastián Benítez Ariza (Sebastián). Era un tipo sensacional, revestido de humor y con arte para dar y tomar. Nunca olvidaré un partido frente al Sevilla Atlético que tuvo que jugar en las peores condiciones físicas. Y cuajó una actuación magistral. Presumía de ser chiclanero y le tuve como hombre de confianza cuando yo daba mis primeros pasos como técnico en Tercera División al frente de un equipo modesto: el C. D. Rota. De su muerte no supe hasta hace bien poco. Manuel Ojeda Lore (Ojeda). Tras pasar por la cantera del Madrid regresó al Portuense para ser traspasado, poco tiempo después, al Murcia. Tras regresar a su tierra, El Puerto de Santa María, lo tuve conmigo en la temporada 1979-80. Una temporada repleta de éxitos. Era un guardameta con mucha facilidad de movimiento, seguro y con cierta ascendencia sobre los demás futbolistas.

Defensas laterales. Pedro López Sahuquillo (Sahuquillo). Era  muy joven cuando llegó al Mallorca. Y además era de los jugadores que pedían explicaciones cuando se le asignaba cualquier cometido. Valiente, decidido y capaz de adaptarse a cualquier demarcación. Antonio Arias. Lo tuve en el Hércules de San Fernando y esperé que terminara el serivicio militar en Infantería de Marina para llevármelo al Ibiza. Lateral veloz, con una pierna izquierda que valía un Potosí, y que aprendió muy pronto que atacar por sistema no era conveniente. Su fichaje por el Tarrasa y su permanencia en Primera División con el Almería premiaron, sin duda, una carrera que debió ser más fructifera.

Centrales. Jesús Bea Martínez (Suso Bea). Pontevedra, Sevilla, Alavés, Lorca. Cuando llegó a Ceuta, por deseo mío, venía con una deficiencia en el marcaje que muy pronto quedó subsanada. Pero desde el primer día lideró un equipo que, de no lesionarse Paco y Lope Acosta, hubiera hecho grandes cosas. Extraordinaria persona este gallego que era, además, la alegría del vestuario. Cada vez que sale a relucir Suso, sobrenombre suyo, yo tengo las mejores palabras para él. Mario Blanco Rodríguez (Mario). Un día, hablando con Mestre, exjugador y técnico del Valencia, me habló de un chaval nacido en Barbate y que ya había cumplido su ciclo en el Mestalla formando tándem con Tendillo. Me dijo que era alto y fuerte como un roble. Poderoso en el juego por elevación y que manejaba los dos pies con solvencia. Y, por si fuera poco, Mario era también veloz. Sus goles de cabeza en faltas y saques de esquina eran frecuentes. Así que conseguí su cesión. Terminó jugando en el Albacete, después de haber estado dos temporadas en el Racing Portuense.

Centrocampistas. Manuel Pérez Orihuela "Macario". Llegó al Mallorca procedente del Betis. Había destacado como extremo. Pero fue de segundo delantero como logró brillar cuando estaba ya en el tramo final de su carrera. Era disciplinado, alegre, educado, y contaba historias acerca de su vida deportiva que nos hacían reír a mandíbula batiente. Manuel Solano Cañado. No ha mucho tiempo dijé de él que había sido capaz de dirigir al Portuense durante varias temporadas con una ligera cojera. Secuela de una grave lesión padecida cuando pertenecía a la U D Levante. Estuvo conmigo en Écija, Ibiza, Mallorca y Portuense. Fue siempre futbolista de mi máxima confianza. No en vano era capaz de dirigir al equipo desde cualquier sitio de la considerada zona vital del campo. Pepe Bonet. Quien lo hizo debutar frente al Sabadell fui yo y no César, como suelen decir algunos periodistas que aún no habían nacido. Tenía diecisiete años y me llegó procedente del Colegio Lasalle. El día de su debut se ganó por un tanto a cero. Gol marcado por él. Lo ha sido todo en el fútbol. Tenía una pierna izquierda de caoba.

Delanteros. Bonifacio Estrada Ruiz (Boni). Sevilla, Cádiz, Mérida. En el equipo emeritense tuve la suerte de contar con él. Entendió muy pronto que toda su sapiencia futbolística tenía que ir acompañada de una mejor situación en el césped. A partir de ahí pocas cosas había que decirle más. Era un espectacúlo verle jugar. Muy pronto se ganó mi afecto y mi respeto. Antonio Benzo Díaz (Chicha). Tenía ya 23 años cuando yo me lo encontré -temporada 69-70- en el Hércules de San Fernando. Pronto descubrí que era un delantero centro como la copa de un pino. Se desmarcaba con una facilidad pasmosa. Conseguía goles con ambas piernas y era un gran rematador con la testa. Me vi obligado a decirle  que su indisciplina no encajaba con mi forma de ser. Y pronto nos entendimos. Chicha mereció ser un grande del fútbol español. Hoy se lo rifarían los equipos más encopetados.  Pepe Calzado. Extremo de los que jugaban orillados a la banda y capaces de salir de todos los líos que les planteaban los desbordes por ambos lados. Su velocidad y sus centros formaban parte de sus cualidades.

A este equipo bien podrían sumarse Babi, Barriento, Suano, Reales, Nicolás, Cisneros (Portuense) y Mansilla (Mallorca, Jerez y Córdoba). Y, cómo no, Alfonso García (portero excelente que estuvo conmigo en Ibiza, Mallorca y Algeciras). Y qué decir de Nebot, Manolín y Ángel... Desgraciadamente los tres se fueron muy pronto a ese lugar del cual nunca se vuelve. En fin, lamento haber olvidado a muchos otros jugadores merecedores de figurar en esta selección hecha de prisa y corriendo en una fecha donde los recuerdos piden paso con celeridad por estar hartos de permanecer almacenados en la alacena de la memoria. Que sean felices.















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