Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 1 de enero de 2018

Consultar con la almohada

Dicen que a medida que uno va cumpliendo años, y quien escribe ya tiene los suyos, todas las reflexiones sobre asuntos varios suelen hacerse aprovechando la soledad y la tranquilidad de las horas nocturnas. A mí más que reflexionar me encanta decir que yo consulto todas las noches con la almohada. Unas más que otras. Si bien no descanso ni en Nochevieja. La cual no celebro desde el año de la nana. Así que ayer por la noche mis cavilaciones me llevaron a pensar en las personas que deben estar pasándolo mal. Algunas de ellas muy cercanas a mí y otras con las que mis relaciones consistieron en decirnos, cuando nos cruzábamos, me alegro de verte.

Así era la mía con Antonio López. Y volví a caer en la cuenta de qué poco te quieren la gente cuando las cosas te van mal. Metido ya de lleno en este caso, y en vista de que yo estoy pegado en cuestiones de derecho positivo, me gustaría que alguien me dijera cómo es posible que Jordi Pujol Ferrusola haya salido de la cárcel preventiva y el ya mencionado Antonio López permanezca en ella todavía. Me encantaría, de verdad de la buena, que algún profesional de la cosa me lo explicara. Puesto que mis deseos de aprender son infinitos.

Sí, claro que sí, querido amigo; llevas razón cuando me dices que no se me ocurra meterme donde no me llaman. Y que bastantes enemigos me he echado ya con mi forma de ser como para que vuelva a las andadas. Y hasta te doy la razón cuando me recuerdas, a cada paso, que en esta ciudad, a la que sigo teniendo como mía, porque así lo decidí en su momento, hay con frecuencia épocas en que no se puede escribir sin peligro.

Épocas, que se reiteran, en que si uno escribe  a favor de la estúpida corriente, le tienen por tonto; y si escribe en contra de ella, se da de manos con la inquisición: esta ciudad acostumbra a que las personas destaquen a fuerza de persecuciones. Pero mentiría si te dijera que pienso hacerte caso. Porque no será así. Por mucho que me lo proponga.

Y es que me aterra seguirle la corriente a esas personas egoístas, con una fuerte tendencia moralizadora, que dan por sentado que los demás no sólo tienen el deber de adaptarse a sus decisiones sino de expandirlas, y cuando esto no ocurre enseguida se muestran ultrajadas. Y, de pronto, un día te encuentras con una de ellas y tienes la impresión de que sufre un ataque gástrico. Y que te ve como un tigre. Y en su mirada lleva impreso que no te puede ver ni en pintura. Y sólo te queda el consuelo de saber que ese Fulano o Fulana, naturalmente, también son finitos. 



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