Me entero de que ha muerto Rafael Vargas Salinas, conocido mayormente por el sobrenombre de El Vargas. Dado que fue un personaje popular y con quien tuve la oportunidad de charlar mucho y hasta logré entrevistarle en noviembre de 1995, cuando andaba recuperándose de una operación delicada en las piernas, voy a recordarlo empezando por la presentación que le hice en aquel momento.
"Se ha convertido con el paso de los años, con su personalidad, con esa bondad que le caracteriza, y, por supuesto, con esa su proverbial alegría, siempre derrochada a raudales, en persona querida por cuantos lo conocen. Y son legión. Durante su enfermedad, que le obligó a pasar por el quirófano, yo creo que todos pedimos por él. Y es que Rafael Vargas Salinas, de 63 años de edad y achacoso últimamente, es harto conocido como ciudadano modélico y capaz de infundir ánimos en sus semejantes. Pronto, en apenas meses, recibirá un homenaje popular".
Rafael decía que no había pasado miedo en el quirófano. Y alegaba con su gracia natural que los profesionales que estaban en la sala de operaciones sabían que tenían en sus manos al cocinero del centro hospitalario. Casi nada. Se consideraba, y lo decía sin tapujo, cocinero de los antiguos. De los que guisaban como Dios manda... Y sacaba pecho por haber estado 18 años manejando los fogones del hospital de la Cruz Roja.
Se ufanaba de haberse llevado muy bien con las monjas del hospital. Debido a que ellas tenían fama de autoritarias y él tampoco andaba falto de genio. De los sufrimientos padecidos en su juventud, por ser de "dos planetas", como él acostumbraba a definirse, decía que tuvo la suerte de contar con un tesoro de madre. Sufridora en silencio, pero siempre dispuesta a protegerlo.
Admiraba a la juventud que se atrevía ya a lucir pendientes y a vestirse como le daba la real gana. Y se reía abiertamente al contarme que se le iban los ojos detrás de los zarcillos. "¡Ay, si yo me los hubiera podido poner en mi juventud!". "Y del pelo largo ni te digo, Manolo: A mí una melena me chiflaba".
En llegando el carnaval, a El Vargas se le quitaban tanto las penas como los dolores que le causaban sus achaques. Y se convertía en un personaje sobresaliente y dispuesto a hacer felices a los demás con sus cualidades de animador extraordinario. Esperaba la muerte con la tranquilidad que se permiten quienes han dejado de tenerle miedo a La Parca.
Rafael Vargas Salinas, El Vargas, quiso a su pueblo de verdad. Uno de los motivos principalísimos para que se le recuerde cuando ya ha llegado al sitio del cual nunca se vuelve. Descanse en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.