Corría el año de 1947 cuando mi padre, como regalo de cumpleaños, me llevó al Campo de Nervión para ver un Sevilla-Valencia. Recuerdo que antes almorzamos en El Ocho: restaurante económico que estaba de bote en bote y donde sólo se hablaba de Arza y Puchades. Pues el gran jugador hispalense daba pruebas evidentes de rendir menos cuando se las tenía que ver con el mediocentro defensivo valenciano. Entonces, los jugadores se situaban en el campo de la siguiente manera: 1-2-3-5. Y el jugador, nacido en Sueca, se colocaba en el centro de esa linea de tres. Antonio Puchades era un portento físico. Recuperaba balones con una facilidad pasmosa y jamás se complicaba la existencia. Sus marcajes a las figuras contrarias eran perfectos. Juan Arza nunca, o casi nunca, como otros muchos jugadores ofensivos, pudo superar el obstáculo que suponía el gran futbolista che. Cerca de él, es necesario decirlo, Pasiguieto jugaba de dulce. Ese día, con mis 8 años recién cumplidos, me di yo cuenta de lo mucho que significaba para un equipo contar con los servicios de un jugador como Puchades en una demarcación vital.
Tuve la suerte, con el paso de los años, de ver a Zárraga, Segarra y a muchos otros futbolistas con menos nombres pero también extraordinarios en el desempeño de esa misión. Asi que durante mi larga trayectoria como entrenador, siempre procuré por todos los medios contar en la plantilla con un futbolista capaz de ser el mejor escudo de la defensa y sobre todo de jugar con suma facilidad en terrenos donde la pérdida del balón ocasiona problemas graves. Por consiguiente, disfruté de lo lindo viendo jugar a Makelele en el Celta de Vigo y posteriormente en el Madrid. Makelele además de pulmones, y solidaridad con sus compañeros, tenía un inmejorable sentido de la colocación y una habilidad extraordinaria para hacer de la anticipación arte puro. Recuperar balones y entregárselos en bandeja a las estrellas del equipo era su cometido. Y tanta sobriedad, espíritu de sacrificio y voluntad, sin embargo, lo convertían en una estrella más.
Cuando comenzó el Mundial de Fútbol en Rusia, me percaté muy pronto de la extraordinaria labor que realizaba mi ya conocido N'Golo Kanté: jugador del Chelsea e internacional francés. Y dije que era un calco de Makelele. Y por tanto el mejor mediocentro defensivo que hay actualmente en el mundo del fútbol. Así que no necesito enumerar sus cualidades. Pues bien, a partir de entonces vengo observando que los mediocentros defensivos están siendo, otra vez, ensalzados como merecen. No obstante, estoy en desacuerdo con quienes opinan que Busquets forma parte de ese grupo selecto. Busquets es un buen jugador a quien hay que hacerle un equipo adecuado a sus características. En las que no destacan ni la velocidad, ni la prontitud en las coberturas, ni el juego aéreo... Y desde luego, hay que estar ciego para no ver de qué manera se aflige cuando los rivales presionan y dominan los espacios. En tales situaciones, se achica, desaparece, e incluso busca el lugar más cómodo que haya en el césped. Busquets juega en el centro del centro del campo porque, he aquí la paradoja, su lentitud le impide hacerlo en otra demarcación. A Busquets convendría verlo una temporada actuando en un equipo de los que han de jugar para no descender. Y daría su verdadera talla. O sea.
Tuve la suerte, con el paso de los años, de ver a Zárraga, Segarra y a muchos otros futbolistas con menos nombres pero también extraordinarios en el desempeño de esa misión. Asi que durante mi larga trayectoria como entrenador, siempre procuré por todos los medios contar en la plantilla con un futbolista capaz de ser el mejor escudo de la defensa y sobre todo de jugar con suma facilidad en terrenos donde la pérdida del balón ocasiona problemas graves. Por consiguiente, disfruté de lo lindo viendo jugar a Makelele en el Celta de Vigo y posteriormente en el Madrid. Makelele además de pulmones, y solidaridad con sus compañeros, tenía un inmejorable sentido de la colocación y una habilidad extraordinaria para hacer de la anticipación arte puro. Recuperar balones y entregárselos en bandeja a las estrellas del equipo era su cometido. Y tanta sobriedad, espíritu de sacrificio y voluntad, sin embargo, lo convertían en una estrella más.
Cuando comenzó el Mundial de Fútbol en Rusia, me percaté muy pronto de la extraordinaria labor que realizaba mi ya conocido N'Golo Kanté: jugador del Chelsea e internacional francés. Y dije que era un calco de Makelele. Y por tanto el mejor mediocentro defensivo que hay actualmente en el mundo del fútbol. Así que no necesito enumerar sus cualidades. Pues bien, a partir de entonces vengo observando que los mediocentros defensivos están siendo, otra vez, ensalzados como merecen. No obstante, estoy en desacuerdo con quienes opinan que Busquets forma parte de ese grupo selecto. Busquets es un buen jugador a quien hay que hacerle un equipo adecuado a sus características. En las que no destacan ni la velocidad, ni la prontitud en las coberturas, ni el juego aéreo... Y desde luego, hay que estar ciego para no ver de qué manera se aflige cuando los rivales presionan y dominan los espacios. En tales situaciones, se achica, desaparece, e incluso busca el lugar más cómodo que haya en el césped. Busquets juega en el centro del centro del campo porque, he aquí la paradoja, su lentitud le impide hacerlo en otra demarcación. A Busquets convendría verlo una temporada actuando en un equipo de los que han de jugar para no descender. Y daría su verdadera talla. O sea.
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