Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 29 de julio de 2018

Murmurar ¡lagarto, lagarto!

De Pepe Jiménez, más conocido por el sobrenombre de El Bigote, he escrito yo en ocasiones por dos motivos muy principales: por su sincera amistad y porque nunca antes había conocido yo a nadie que sin estudios, aunque en posesión de un importante bagaje cultural adquirido por sus numerosas lecturas, fuera capaz de ser un fisonomista extraordinario.

Mi paisano PJ, que invernaba en Madrid y veraneaba en El Puerto de Santa María, mostraba unas cualidades portentosas para describir a las personas por sus semblantes y características, en razón de sus ideas políticas, seriedad en los negocios y viceversa, así como otros comportamientos que pasaban inadvertidos para innumerables personas.

Semejante don le proporcionó a mi amigo estar muy bien relacionado. Dado que muy pronto se corrió la voz entre políticos y empresarios acerca de la habilidad de El Bigote para diagnosticar si les era o no conveniente intimar con alguien o mandarlo allá donde el viento da la vuelta. Y, como su nivel de aciertos era muy alto, su fama como fisonomista perduró hasta su muerte en 1982.

De no haber ocurrido tan fatal desenlace mi amigo habría venido a Ceuta, como había acudido a otros lugares, con la misión de describirme a la persona que había solicitado mis servicios como entrenador del primer equipo de la ciudad en la temporada 83-84. Y tengo la certeza de que me habría aconsejado que tomara las precauciones debidas.

Se trataba de un directivo que, en aquel entonces, intentaba ya adecuar su semblante y características al progresismo. No olvidemos que en 1982 había ganado el PSOE las elecciones generales y la indumentaria de Felipe González era el espejo en el cual se miraban, incluso, quienes tenían asumido, desde pequeño, que en la vida hay que estar siempre con los ricos y poderosos. Pues los pobres nada más que dan problemas. Pero, ni siquiera dejándose crecer la barba, nuestro hombre logró dar el pego.

Pablo Casado, que reúne todas las condiciones para ser el líder que necesitaba el PP, ha despertado la ilusión de la derecha verdadera. Hasta el punto de que uno, tras haber cumplido ya muchos años y encontrarse en situación de ir ya reparando alifafes, no tendría el menor inconveniente en votar a los populares. Ahora bien, antes me voy a permitir darle un consejo. Sí, ya sé que dar un consejo es contraer un compromiso.

Señor presidente del Partido Popular: un gafe anda suelto en esta tierra. Así que en su visita a Ceuta, dentro de unos días, le recomiendo que trate de neutralizar a ese cenizo existente, utilizando varios métodos recomendados por el profesor Gennaro Occhipinti, profesor italiano. Quien fue, además, gran amigo de mi admirado Jaime Campmany.

Permítame, pues, enumerárselos: nombrar al gafe, si no le queda más remedio, con perífrasis; tocar madera con el dedo anular y el índice; montar el dedo corazón y el índice uno sobre otro y murmurar ¡lagarto, lagarto! Y aun así, no creo que esté a salvo de cualquier contratiempo político. 







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