Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

El tiquitaca anda de capa caída

Hasta hace nada, ayer o anteayer, que para el caso es lo mismo, pronunciarse contra la posesión excesiva del balón era exponerse a que te llenasen de denuestos. Había que tener mucho valor para rebatir un estilo de juego considerado, y no exagero, como el descubrimiento más emblemático de la modernidad española. Esa manera de jugar formaba parte del orgullo nacional. Y los españoles, de todas clases, se ufanaban de que ese invento futbolístico era plagiado en todo el mundo.

Pronto se puso de moda una frase que ha pasado a la historia como la defensa acérrima que hacían de esa manera de jugar no pocos entrenadores, periodistas, directivos, artistas, políticos, gentes... y hasta señoras y señores que jamás habían visto un partido de fútbol en su vida: "Nuestro estilo de juego es innegociable". Memez que repetían hasta la saciedad para presumir de exquisitos. Y, por qué no, orgullosos de pertenecer a un lugar donde el juego del balompié estaba hecho a la medida del buen gusto de sus moradores. 

Muchas de las personas que así se se manifestaban, todos los días y fiestas de guardar, comenzaron a venirse abajo en cuanto la Selección Española principió a pegar petardos. Algunos fueron muy sonados. Pero los tenidos por popes del mayor espectáculo del mundo se mantenían en sus trece. Es decir, contándonos el cuento del alfajor acerca de la posesión. Un bien del cual tendríamos que enorgullecernos hasta el fin de nuestros días, según ellos.

Quien escribe no dudó nunca en responder que los pases en el fútbol eran imprescindibles. Verdad de Perogrullo. Aunque lo ideal sería buscar la portería contraria con el menor número de toques posibles, mas no menos de los necesarios. Estilo de juego concebido para lograr el objetivo que no es otro que atacar cuanto antes y con eficacia a los rivales. Celeridad y precisión en las acciones emprendidas logran que el fútbol apasione a multitudes.

Luis Enrique, entrenador que ha sido del Barcelona, donde dicen los que saben que es la cuna del tiquitaca, dio ayer frente a Croacia una lección sencilla y práctica de cómo hay que responder ante una presión intensa de un rival cuya misión consiste en tratar de impedir la salida del balón jugado desde atrás por sistema. Debido a que, durante veintitantos minutos, los hombres dirigidos por Zlatko Delic pudieron marcar dos o tres goles al aprovecharse de las pifias cometidas por quienes se empecinaban en salir desde la línea defensiva con pasecitos cortos y horizontales. Tiquitaca puro y duro.

Al seleccionador le bastó indicarle a De Gea que sacara de puerta por elevación para sobrepasar las líneas ofensivas adversarias y asimismo para que sus compañeros recuperaran el terreno perdido y se pusieran en condiciones de aprovechar las segundas jugadas. La decisión tomada por el técnico es tan antigua como el arroz con leche. Y, claro, acertó plenamente.

Ahora bien, dentro del estilo impuesto por el seleccionador de España, existen varios problemas que habrá de resolver cuanto antes. Cuando España se siente dominada, ocurrió contra Inglaterra y también frente a Croacia, Busquets se desorienta; o sea, pierde el norte. Ayer, cuando el partido estaba ya decidido, Luis Enrique, magnánimo con el idolatrado futbolista catalán, lo situó en zona cómoda, por detrás de Ramos, para que lavara su mala imagen de principio con algunas virguerías, antes de cambiarlo.

También deberá el seleccionador afrontar el reto que le está planteando el estilo de juego de Isco Alarcón. El mejor y último ejemplo que queda del estilo tantas veces reseñado. Al malagueño le cuesta lo indecible entender que el pase corto, horizontal o hacia hacia atrás, y los regates inecesarios, sistemáticamente, bien por principios o por costumbre, no encajan en un combinado donde, verbigracia, Saúl, Rodrigo, Aspas, Marco Asensio, Carvajal, y otros, juegan a otra cosa.







 















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