Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 10 de octubre de 2018

El sistema del Madrid

A veces me preguntan qué sistema de juego le vendría bien al Madrid en estos momentos. Y a mí se me ocurre contestar a media vuelta de manivela: el creado por Di Stéfano, acompañado de un espíritu harto ya conocido.  Quien me haya inquirido al respecto trata de ponerme en un brete.

-El fútbol ha evolucionado... Además de que tanto el sistema de juego como el estilo han de adaptarse a los jugadores que componen la plantilla -me responde.

-Llevas razón. La evolución del fútbol ha sido para bien en todos los aspectos. Desaparecieron las botas que pesaban una tonelada y los balones que trastornaban la cabeza al golpearlos. Ya apenas existen terrenos de juego convertidos en lodozales por mor de la lluvia. La preparación física es casi insuperable y médicos y fisioterapeutas están pendientes de la más mínima molestia de los futbolistas. Tampoco los marcajes individuales se siguen practicando como antes. Y qué decir de la comodidad de los viajes.

-De acuerdo, Manolo, pero qué pasó cuando Di Stéfano se marchó al Español.

-Pues que lo sustituyó Ramón Grosso. Y el Madrid siguió jugando el mismo sistema, mutatis mutandis, y le fue la mar de bien. Porque Grosso, con sus cualidades y una voluntad indescriptible, logró emular al mejor jugador del mundo. 

En esta ocasión, mi interlocutor es tan madridista como joven y por tanto desconoce quién fue Grosso. Y yo no tengo el menor inconveniente en contarle la siguiente historia. Corría la temporada 63-64. Yo jugaba en la UB Conquense. En Cuenca, recién inagurado el Estadio de La Fuensanta, sólo se hablaba de fútbol. El Plus Ultra iba primero en la clasificación de nuestro grupo. Tenía, como filial del Madrid, una plantilla magnífica.

Grosso jugaba como auténtico delantero centro y llevaba marcado 13 goles en 15 partidos. A los pocos días el Madrid lo cedió al Atlético, a petición del club rojiblanco, para salvar una situación caótica. Grosso respondió lo que se esperaba de él. A la temporada siguiente ya formó parte de la plantilla del Madrid. Y se convirtió en delantero flotante o falso, con sus aptitudes porque el equipo no perdiera ni el sistema ni el espíritu inculcado por el mejor jugador del mundo.

Ni que decir tiene que RG cumplía la misma misión que don Alfredo pero jugando como él sabía. Jamás se le ocurrió abusar del pase corto y horizontal, del regate innecesario o de taconazos mirando al tendido. Se limitaba trabajar a destajo y desbordar líneas conduciendo el balón y asegurando la entrega a Gento, Puskas o Amancio. Su nueva manera de jugar hizo que los periodistas de la época lo calificaran de cartero. Entrega del balón a domicilio.

El Madrid, con dos extremos fantásticos, Gento y Amancio, y con un delantero como Puskas, merodeando siempre por el área, supo resolver perfectamente la baja de Di Stéfano. Sin cambiar ni el sistema ni el espíritu que había implantado la Saeta Rubia. Fue entonces cuando se empezó a conocer qué era eso de jugar como delantero centro falso. O sea, segundo delantero o mediapunta. Misión concreta que realizaba Di Stéfano como nadie. Y que Ramón Grosso la hizo suya con la sobriedad que le caracterizaba.

En el Madrid actual, esa misión se le viene encomendando a Benzema desde hace ya mucho tiempo. Y, unas veces por hache y otras por be, no acaba de convencer a nadie. Máxime cuando por delante de él no hay nadie. Tampoco las bandas están siendo bien cubiertas. Y, por si fuera poco, los laterales, por ser insistentes en sus ataques, han llegado a ser previsibles. Ahora, con el fichaje de Mariano, a Lopetegui le corresponde cambiar el sistema y el estilo de juego. Y nada mejor que recuperar el creado por Di Stéfano, acompañado de su espíritu.












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