Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Desde mi atalaya

Nunca he defendido que tiempos pasados fueron mejores. Porque no es verdad. Y mucho menos cuando se habla de algo tan importante como es el fútbol. En rigor, yo nunca he sentido aversión a las novedades. Aunque sigo teniendo el debido respeto por quienes dan muestras visibles de misoneísmo. Ahora bien, tampoco es menos cierto que hay acciones que deben mantenerse por ser incuestionables. Por ejemplo: en el segundo gol de Croacia, procedente de un saque de esquina, no hubo emparejamiento de jugadores por estatura, como se ha ordenado toda la vida. Ni tampoco se realizaron los marcajes individuales. Y, desde luego, jamás Sergio Ramos hubiera quedado eximido de tal misión. Así, mientras Jordi Alba se dedicaba a cubrir el expediente junto a un adversario muy superior en centímetros, un lateral, llamado Jedvaj, se aprovechaba del cúmulo de errores para batir a De Gea. Peor imposible.


David de Gea vuelve a estar en el punto de mira de casi todos los plumíferos. Los cuales no cesan de ponerle a parir. Son los mismos que, antes de ser fijo como internacional, no se cansaban de recordarnos sus grandes actuaciones en el Manchester United. Raro era el día en que De Gea no fuera ensalzado hasta la náusea. Así pues, era de obligado cumpliento hacerse seguidor de The Red Devils (Los diablos rojos). Con el único fin de no perderse las celebradas actuaciones del exguardameta del Atlético de Madrid. Fue en el Sánchez Pizjuán, durante un Sevilla-Manchester United, correspondiente a la Champions League, la temporada pasada, donde el guardameta español dejó paradas para el recuerdo. Sobre todo la que le hizo a Muriel, tras rematar éste con la cabeza. Yo también destaqué sus intervenciones. Aunque le puse un pero a su actuación: es una pena que, a pesar de su estatura -dije-, De Gea no domine el juego aéreo en el área pequeña. Defecto que ya había observado viéndole cada semana en la Premier League. Ahora bien, quienes se vienen acordando de Iker Casillas, a estas alturas, son tan antiguos como desmemoriados.


Ayer acudí presto a sentarme frente al televisor para ver a las Selecciones Sub-20 de Brasil y Colombia en Belo Horizonte. Partido amistoso que contaba con el atractivo de Vinicius. Seguí la retransmisión a través de Real Madrid TV. Y aunque sé, sobradamente, que tanto los comentaristas como los narradores de ese medio han de someterse a las normas marcadas por la Casa Blanca, siempre espero que la pasión no les ciegue el conocimiento. Y que si quiere arroz, Catalina. Pues la previa del espectáculo tuvo como principal argumento unos comentarios exaltados sobre las cualidades del joven jugador brasileño. El partido fue malo de solemnidad. Los colombianos dedicaron el tiempo a pasarse el balón sin preocuparse lo más mínimo de buscar la portería contraria. Los brasileños tampoco le fueron a la zaga. Deducción: si con Vinicius se impone el tiquitaca, el futuro de éste se quedará en agua de borrajas.

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