Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Desde mi atalaya

Rafa Benítez. Llegó con un historial sobresaliente y dispuesto a corregir errores tácticos defensivos que se habían hecho crónicos en el Madrid. Y a quienes manejaban el vestuario les faltó tiempo para cundir entre los periodistas afines que el entrenador era un pesado por excederse en las lecciones sobre táctica y estrategia. Con esas declaraciones pusieron de manifiesto que ya lo sabían todo y que, por tanto, no necesitaban enmendar nada.

Verbigracia: me imagino a Benítez empeñado en decirles a los jugadores que las vigilancias defensivas son imprescindibles. Y, naturalmente, insistiendo en cómo había que ocupar espacios para no dejarse sorprender por los rivales tras un córner favorable. Tampoco creo que al técnico se le olvidara decirle a Sergio Ramos que necesitaba corregir los giros en carrera para perseguir a su par. Pues los hacía y los sigue haciendo al revés. Como si fuera un alevín.

No me cabe la menor duda de que a Marcelo no dejó de insistirle en que los ataques por sistema no eran convenientes. Y hasta podría ser que le hubiera aconsejado a Ramos golpear el balón con su pierna menos buena contra una pared. A fin de mejorar ese lado de su cintura. Que se va pareciendo cada vez más a la que tenía Koeman cuando jugaba. Así que no me extrañó que RB saliera escopetado del Madrid.

Zinedine Zidane.

Su presencia, tras la destitución de Benítez, fue balsámica. Hasta el punto de que en dos temporadas y media lo ganó casi todo. Cierto es que su gran logro fue la obtención de tres Champions League. Éxito monumental que no se volverá a repetir. Verdad es que su historial como jugador le ayudó a ser aceptado por quienes creían y siguen creyendo saberlo todo. Y además contaba con Cristiano Ronaldo. Un salvavidas para cualquier entrenador.

ZZ jamás perdió la compostura en las derrotas. Su sonrisa era la máscara con la que ocultaba su enfado y en ocasiones hasta la ira por los errores de bulto que habían cometido sus futbolistas más veteranos. Es decir, aquellos a quienes Benítez había tratado de instruir. Los jóvenes, aún no desorientados por el Gran Capitán y su séquito, rindieron plenamente cuando fueron elegidos por ZZ.  Un segundo equipo que respondio a las mil maravillas. Rendimiento que sirvió de estímulo a las figuras consagradas.

Zidane, corto en palabras y lúcido sin ostentaciones, tenía más que asumido, a pesar de los triunfos, que el Madrid necesitaba una renovación. Que era aconsejable prescindir de futbolistas que, aun habiendo ganado tanto con él, no estaban dispuestos a mejorar los defectos arraigados. Amén de actuar algunos de ellos a su albedrío. Y, por si fuera poco, CR tenía decidido marcharse. Así que el entrenador francés no dudó en tomar las de Villadiego. Y acertó plenamente. 





















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