Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 28 de mayo de 2019

El hábito de leer


Se apróxima la Feria del Libro de Ceuta. Comenzará el 31 de mayo y acabará el 8 de junio. En llegando estas fechas, me doy cuenta de que estoy a punto de vivir un nuevo verano y asimismo que las tardes de lectura ya no serán iguales. El calor me causará amodorramiento y el esfuerzo que exige el leer será doble. 

Pero uno, vicioso empedernido de los libros, soportará la somnolencia con un ejemplar entre las manos y perdiendo la noción del tiempo a cada paso con las cabezadas de rigor. Son momentos de lucha contra ese sueño breve, que nos irrita, porque nos está privando de un placer que sólo entienden quienes han hecho de la lectura un hábito indispensable, salvo fuerzas mayores.

Al hábito de algo se llega por medio de la reiteración y el de la lectura fue una tendencia que me inculcó, con machaconería, un bibliotecario en tiempos de postguerra y a quien nunca dejaré de agradecerle el favor que me hizo. Era un hombre que no soportaba la época que le había tocado vivir y que disfrutaba encerrado muchas horas entre las paredes frías de una sala destartalada y en la que él guardaba libros que nadie leía. 

Muchos dicen que la lectura debe resultar un acto placentero y nunca someterse a la dictadura del esfuerzo que produce querer estudiar todo cuanto cae en las manos de quienes somos adictos a las palabras escritas. Sin embargo, nada tan grato hay, al menos para mí, como leer minuciosamente y demorarse en las páginas hasta decir basta ya.

Lo peor que tiene la lectura de libros, amén de que a ciertas edades supone acelerar más el quebrantamiento de la vista y de las cervicales, es que uno acaba queriendo escribir literatura. Y esas son palabras mayores. Pero tampoco conviene martirizarse por semejante deseo. Todo lo malo en esta vida tendría que estar resumido en ese querer ser escritor reconocido, aunque no se tengan las cualidades ni la imaginación para serlo.

Cuentan que las personas enamoradas de un libro son como los enamorados de su mujer: no descansan hasta haberlo o haberla presentado a sus amistades para que lo admiren o la admiren. Así que se vuelven pesados y a menudo lo pierden o la pierden De ahí que prestar un libro sea para mí algo que no entra en mis planes. Y, por tanto, me niego rotundamente a ello. Que otra cosa es comprarlos y regalarlos.

Tarea que acometeré cuando llegue el momento en que la Feria del Libro comience. Lo que no sé -todavía- quién será la persona que se haya hecho acreedora a ser agasajada con un libro que sea de mi agrado, y si tiene a bien aceptarlo. En mi caso, debo decir que suelo recibir algún que otro ejemplar sin que sepa el nombre del remitente. Todo principió -hace años- con el regalo de dos tomos de La Novela de Genji. Escritos por Murasaki Shikibu.




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