Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Mientras dure la guerra


Voy al cine de higos a brevas porque el aire acondicionado me afecta muchísimo. Pero ayer me revestí de valor sereno y acudí presto a ver "Mientras dure la guerra": película de Alejandro Amenábar, director de éxito más que reconocido. Y sobre todo porque la vida de Miguel de Unamuno siempre despertó en mí un interés inusitado. Así que reconozco haber leído parte de su obra y también la forma de proceder de un personaje que no deja indiferente a nadie.

De la película se han publicado ya sus fallos históricos. Los cuales no le quitan un ápice de emoción a lo que cuenta sobre la vida de un escritor más mágico que lógico. El yo de Unamuno se descubre bien pronto sin necesidad de que Amenábar nos recuerde que, cantando de muchacho en el coro, Unamuno lanzaba un gallo adrede para distinguirse de los demás. Cierta o no esta anécdota, indica muy bien el carácter del escritor durante toda su vida.

En Mientras dure la guerra no se dice que don Miguel era padre de nueve hijos. Circunstancia que le había obligado a escribir más que Alonso Fernández de Madrigal, más conocido como "el Tostado". Pues lo que ganaba como rector en la Universidad de Salamanca daba solamente para que en su casa pudiera ponerse la olla todos los días. Don Miguel solía decir que no hay régimen antiguo ni moderno, no hay monarquía ni república, se trata de optar entre la civilización o la barbarie, se trata de que haya régimen.

El escritor vasco fue un claro exponente de la libertad de la verdad y el derecho a fiscalizar y acusar, exponiéndose, ¡claro!, a lo que ello trae consigo si se acusa sin pruebas. Así lo manifestaba en sus relaciones epistolares con Pedro Sainz Rodríguez cuando se hallaba deportado en Hendaya, durante la dictadura de Primo de Rivera. Unamuno, en sus sermones, nunca atacaba a impíos, masones, liberales o herejes.

Unamuno -según dice Ramón Irigoyen en el prólogo del libro San Manuel Bueno, mártir-, "aunque levanta, a menudo, mucho la voz, juega casi siempre a empatar". Yo creo que las circunstancias familiares, familia numerosa, le obligan a practicar el posibilismo. Si bien lo hace tapándose la nariz. De ahí que cuando le piden que hable ante las autoridades, siempre se cure en salud: "Espero no hablar más de la cuenta".

Don Miguel no cree pero tampoco deja de creer. Su parte de incredulidad le genera dudas. Su fe se tambalea.  Y el caso es que la necesita para convencerse de que después de la muerte hay otra vida en la cual seguir siendo quien ha sido en la tierra. El gran escritor, en una carta dirigida a Clarín, le confiesa: "Al morir quisiera, ya que tengo alguna ambición, que dijesen de mí, ¡fue todo un poeta!" Y es que Unamuno escribió excelente poesía.

En la tumba de tan grande escritor, reza el siguiente epitafio: "Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar".

Mientras dure la guerra, película de Alejandro Amenábar, aunque tiene fallos históricos, merece la pena verla. Por más que a usted, como me pasa a mí, sea alérgico al aire acondicionado. O sea.

   










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