La búsqueda del éxito es una constante en la vida de quienes somos nacidos. Destacar sobremanera en cualquier actividad y sentirse admirado por la gente es un logro deseado desde temprana edad. Sobre el éxito y la suerte se sigue escribiendo sin cesar. Las frases al respecto son innumerables. Mas cornadas da el hambre -respondió Manuel Benítez El Cordobés cuando le recordaron que el terreno que pisaba ante los toros era una temeridad inconcebible-. Pero él sabía que ese riesgo le mantendría el primero en el escalafón y que pasaría a la historia como uno de los grandes maestros del toreo.
Hay que ser muy estúpido para renunciar al éxito. Por más que los agoreros anuncien a voz en cuello que la fama desemboca en un envanecimiento que inutiliza e invalida al sujeto triunfante. Albert Camus dijo que él éxito hay que merecerlo. Pero se le olvidó decir que también hay muchas personas a las que la mala suerte les privó de coger el último tren que les llevaría hasta la meta soñada y merecida.
A un amigo, cuando hablamos al respecto, siempre le digo lo mismo: que el éxito no llega por casualidad. Que por casualidad sólo suena la flauta, y no siempre. Aunque también reconozco que un hombre puede alcanzar el éxito y ser, de paso, profundamente desgraciado por carecer de felicidad. La cual estriba en no querer sacar los pies allí de donde más alcanza la manta y en conformarse con lo que se consigue y, si ustedes me apuran, con lo que se tiene.
Mi amigo, que es muy mal pensado, tarda nada y menos en preguntarme si he leído lo que ha dicho Piqué acerca de por qué está siempre metido en berenjenales. Provocando a tirios y troyanos. Y le contesto que no. Y me recita de memoria las palabras del futbolista azulgrana: "Cuando me meto en un lío es casi siempre premeditado". ¿Qué te parece?...
Me parece que semejante actitud no es la más conveniente para un hombre cuyos éxitos lo avalan. No responde a la felicidad que sus logros deberían proporcionarle. Él sabrá los motivos. Pues tiene acreditada su inteligencia. A mi amigo, además, le digo lo siguiente: no te olvides de preguntarme, cuando hablemos nuevamente, cómo es posible tomar una decisión necesaria a sabiendas de que puedes arruinar tu profesión y el éxito consiguiente.
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