Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 11 de febrero de 2020

Anécdota reciente


Me consta que un político de esta ciudad se dirigió hace nada a un hombre de su confianza para confesarle que a estas alturas de su vida es consciente de que no sólo ha cometido muchísimos errores sino que también ha perjudicado a muchas personas. Sobre todo a quienes nunca le han bailado el agua. Y que está deseando aprovechar el momento oportuno para dejar la política. Eso sí, le confesó su temor a no ser nadie, cuando adopte esa decisión, para quienes antes se inclinaban a su paso por la calle. 

El hombre de confianza del sujeto, tras oír la declaración de éste, sabía sobradamente que estaba ante un individuo de dos haces. Es decir, capaz de decir una cosa y sentir otra. Y, lógicamente, decidió poner sus palabras en entredicho. Y, como persona leída, pronto le vino a la memoria una leyenda relacionada con los esquimales. Y no dudó en recomendársela a su interlocutor a fin de que llegado el día del adiós a la política la llevara a cabo. Así que la recitó de memoria.

-Los esquimales creen que no importa lo que hubieran hecho en el pasado, no tienen más que subir a la cima de una montaña, desechar su antiguo nombre, adoptar uno nuevo y al bajar por la otra ladera dejarían atrás su ser anterior. 

La respuesta del aconsejado no podía ser otra que la esperada por el asesor. Una contestación repleta de ironía por parte de quien nunca ha entendido que la vida es demasiada incierta para esconderse tras la hipocresía. "¿Tú crees que para quedarme limpio de polvo y paja, como hacen los esquimales, puede valerme coronar El Monte Hacho por un lado y bajarlo por el otro?".

Me cuentan que el hombre de confianza respiró hondamente, y luego contó hasta diez, con el fin de estrangular la guasa que ya tenía en la punta de la lengua y que, de haber encontrado vía libre, le habría amargado la vida a quien sigue creyendo que esta ciudad sin él está condenada al caos. Sin percatarse de que lleva ya mucho tiempo siendo una rémora. 







 

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