Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 28 de marzo de 2020

Victoria y Pedro


Hacía ya mucho tiempo que no sabía nada ni de Victoria ni de Pedro; es decir, de un matrimonio con el que me unía una gran amistad. La cual se fue diluyendo con el paso del tiempo, debido a circunstancias que fueron surgiendo y que nos hicieron perder la costumbre de comunicarnos. Ayer, cuando la tarde estaba declinando, el teléfono sonó, y tras explicarme Victoria cómo había logrado el número, dado que no reza a mi nombre, la alegría reinó durante toda la charla. A pesar de que yo nunca he sido muy expresivo hablando por el aparato.

Yo tuve la suerte de ser entrenador de Pedro durante dos temporadas. Corría lo indecible y contaba con otras cualidades que lo convertían en un futbolista muy valorado por mí. Pedro era treintañero. Y un día supe que era hipocondriaco. Esto es, que vivía obsesionado por su salud. Cualquier molestia le causaba desazón y allá que acudía al médico con celeridad. Y fue en una de esas crisis cuando conoció a Victoria.

Victoria era médica. Cuando Pedro decidió pasar por su consulta, debido a que se le había presentado un cuadro parecido a una ataque de apendicitis, Victoria estaba ya separada de su marido, ingeniero él, y había cumplido los cuarenta y pocos años. Tras examinarlo minuciosamente, le recetó lo que creyó conveniente y le recomendó que volviera a visitarla en unos días. Y así lo hizo. Aunque sus molestias ya habían desaparecido.

Las manos de Victoria se deslizaron por el bajo vientre y sus efectos tuvieron la mejor de las respuestas. Situación que le produjo a Pedro el achare consiguiente. Victoria, entonces, sacó a pasear su ironía con el fin de quitarle importancia al asunto: "¡Vaya, se nota que ya está usted mejor!". Lo demás vino rodado: un día se toparon por casualidad en la calle, y ella le preguntó por cómo estaba y... los reconocimientos se convirtieron en algo muy necesario para ambos.

Así que raro era el día en el cual Pedro no pasaba por la casa de Victoria. Incluso dejó de ponerse colorado cuando ella se le quedaba mirando fijamente y le gritaba toda entusiasmada que lo suyo era una exageración... Una bendita exageración descubierta gracias a una distonía neurovegetativa y que él había tomado por una apendicitis. 

Victoria era, y lo sigue siendo, una mujer alta; y Pedro no le iba a la zaga. Formaban una magnífica pareja. Lo único que lamentaban era que la diferencia de edad entre ambos era motivo de murmuración por parte de sus conocidos. Sobre todo por ser ella la que más años había cumplido. Pedro, en cambio, le quitaba importancia al asunto. Diciendo que era mejor que si fuera al revés... En cuanto a mi amiga Victoria, me van a permitir que la describa físicamente. He aquí su prosopografía.

El cuerpo de Victoria, cuando yo la conocí, llamaba la atención. Hombres y mujeres estaban obligados a volver la cara al cruzarse con ella. Y además era guapa con avaricia. Tenía la piel blanca, jugosa y fresca. Y qué decir de sus nalgas, que es como ella decía que había que llamarle al trasero. Hablando de sus medidas, dado que Pedro y ella no tenían el menor inconveniente en hablar al respecto, mi amiga solía decir que, de no haber sido médica, le habría gustado ejercer como modelo.

Ayer, hablando con Victoria y Pedro de todo lo habido y por haber, le recordé a ella que como modelo hubiera tenido el mismo éxito que tuvo como profesional de la medicina. Y la risa de ambos me alegraron la tarde de un día que, como todos los días desde que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas, estaba destinado solamente a cavilar sobre las personas que han muerto.

Frase

"No es nuestra la vida, sino nosotros de ella. Nos coge y nos echa su aliento, o nos deja caer...".







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