Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 9 de julio de 2020

Nayím


Fernando González es amigo mío, portuense como yo, y vive el fútbol con una pasión sometida a una temperatura que le impide decir tonterías. De modo que hablar con él me agrada sobremanera. Eso sí, lo hacemos de higos a brevas para no convertir nuestros intercambios de impresiones en una charla monótona y propensa a causarnos bostezos ininterrumpidos. Los cuales suelen dañar el organismo y provocar distanciamientos.

FG es del Barcelona desde antes de hacer la Primera Comunión. Nadie es perfecto. Hoy me ha llamado para preguntarme si vi el Barça-Español. Y le dije que sí. Ambos coincidimos en que sólo un milagro podría hacer posible que su equipo lograra ser Campeón de La Liga. Fue entonces cuando mi amigo cambió de tercio. Quería saber si yo tenía amistad con Nayim. Y le dije que sí. Aunque llevo mucho tiempo sin verlo.

Mi amigo me inquirió acerca de qué pensaba yo de las cualidades del Nayim que idolatran en Zaragoza. Y le respondí lo que ya escribí hace muchos años. Decir Nayim es revivir una escena espectacular en el Parque de los Príncipes de París. Significa un momento cumbre en la historia del Real Zaragoza y el logro de la eternidad balompédica para un ceutí que tuvo la suerte de estar en el sitio justo y en el minuto oportuno para marcar el gol de su vida.

Nayim era un crío muy educado cuando llegó a Barcelona. Y allí se fue formando en las escalas inferiores del equipo azulgrana. Varias veces pregunté po él y los técnicos me contestaron que carecía de ciertas cualidades para convertirse en una figura destacada. Uno de los preguntados, cuyo nombre no tengo por qué reseñar, se lamentaba de su falta de decisión en momentos claves de los partidos. Lo que nadie le pudo negar nunca es su exquisito manejo del balón y el porte con que se movía por el césped.

Con Terry Venable consiguió jugar en el histórico Tottenham. Y a Londres lo llamé en varias ocasiones para que me contara cosas sobre el fútbol del Reino Unido y, sobre todo, de él. Jamás tuvo ningún inconveniente en ponerse al teléfono ni dio pruebas nunca de responder a mis preguntas para salir del paso. Su estancia en La Premier League le benefició muchísimo y lo convirtió en lo que ha sido: nada más y nada menos que un buen jugador.

Un jugador que de no haber estado en el Parque de los Príncipes, en la célebre final de la Supercopa contra el Arsenal, jamás habría pasado a la historia como el gran taumaturgo zaragozano. Y, posiblemente, sólo se le recordaría como a un profesional que trataba muy bien la pelota. A la buena educación recibida en su casa, le unió Nayim el saber estar que fue adquiriendo en las relaciones mantenidas lejos de Ceuta. Tras regresar a su tierra, nos encontramos con una persona que tenía don de gentes...



 

   




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