Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Escolta

En 1961 me tocó hacer el servicio militar en el Cuerpo de Infantería de Marina. Tras mi paso por Campo Soto fui destinado a Madrid y me recluyeron en las instalaciones situadas en Arturo Soria. Allí me enseñaron todo lo conveniente para formar parte de una patrulla. Así que tampoco faltaron los ejercicios de tiro en el campo de 'El Goloso'. 

Una mañana, tras el toque de diana, un cabo primero me dijo que preparara el saco petate para presentarme en el Ministerio de Marina y ponerme a las órdenes del brigada Allegue: Jefe de los escoltas del Ministro de Marina, don Felipe José Abárzuza y Oliva. Mucha fue mi extrañeza cuando el cabo me puso al tanto del que sería mi destino. 

Durante varios días estuve aprendiendo a desenvolverme en la planta correspondiente al ministro. Y cómo debía actuar si se me encomendaba acompañarle fuera del ministerio. Tanto en coche como dando un paseo. El undécimo día, si la memoria no me falla, me dieron una pistola cargada con balas de fogueo y me comunicaron que acompañaría al almirante y a su señora desde el edificio ministerial, situado en el Paseo de Prado del Rey, hasta el Parque del Retiro. 

Muchas veces, puesto que en la Marina se cumplían dos años de servicio, yo acompañé al ministro y a su esposa, una señora inglesa, tan educada como comprensiva, al Parque del Buen Retiro, a fin de darles de comer a los patos, siendo portador de un arma de pitiminí. Es decir, lo más parecido a la famosa carabina de Ambrosio. Y puedo asegurar que la pareja jamás desvió la mirada pensando en que alguien pudiera darles un susto... Es más, ambos estaban siempre prestos a conversar con cualquier familia que no sabía quienes eran. Dado que yo guardaba una respetuosa distancia. 

Saco esto a colación, debido a que hay políticos que llevan años y años rodeados de guardaespaldas para ser protegidos desde el puente a la alameda. Es decir, desde su casa al garaje o desde éste al despacho que está a la vuelta de la esquina. Y qué decir del republicano Pablo Iglesias. El cual no da un paso sin escoltas y que también los tiene apostados en su casoplón de Galapagar. 

A propósito, hablando de la República, parece mentira que un profesor de Ciencias Políticas, como lo es Pablo Iglesias, se olvide de que la Primera República en España fue un fracaso y que la Segunda fue más de lo mismo. Cambiando lo que haya que cambiar. Así que sobra decir continuamente que "Unidas Podemos trabaja y tiene que construir alianzas para avanzar hacia el republicanismo". Iglesias tiene derecho a largar... Pero se expone a que lo tachen de ser un chiquilicuatre cualquiera.

 

 

 


 

 

 

 



 

 


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