Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Los zarcillos de brillantes

Hace meses me regalaron un libro de anécdotas taurinas. Y, tras hojearlo, lo coloqué en uno de los anaqueles del mueble que ocupa gran espacio en mi modesta biblioteca. Ayer, tal vez por el mal momento que atraviesa el mundo del toro y por la inquina que se le tiene a los toreros, decidí leer detenidamente muchas de las historietas que se cuentan de ellos. Así que he espigado una de Juan Belmonte.

A pesar de su tartamudeo, Belmonte narraba con gracejo sus anécdotas. Era uno de los hombres más populares de España y vivía por entonces en la madrileña calle de Espalter, silente, solitaria y alejada del ajetreo. Vivía solo. Belmonte no fue amigo de las juergas estrepitosas, a las que tan propicios se mostraban los toreros de antaño. Salía poco de casa. Allí recibía a sus amistades y a sus admiradores. Físicamente no era un hombre ni guapo ni arrogante, más bien feo y desgarbado. Sin embargo, las mujeres le reputaban de muy interesante. Eran su patetismo y su leyenda lo que las ganaba, si bien hasta cierto punto. Tuvo enamoramientos fugaces.

Uno de ellos fue una chiquilla agraciada de palmito y de carácter, muy aspaventera. A Juan le encantaba la gestera, y le compró en cierta ocasión unos zarcillos de brillantes que le ofrecieron baratos. La convidó a cenar en su casa de Espalter. "¿A qué no sabes lo que es esto?" Tratando de sorprenderla después de cenar. 
 
-¡Uy qué rico es mi chatito del alma! -le responde ella entre besos, mientras abre el estuche.
   
 Juan de pronto se aparta y se derrumba en un sillón. Dice melodramáticamente: 
 
-Como todas. La alhaja es lo que cuenta. El hombre, qué más da...
 
-Juan, no me amargues estos momentos de felicidad. Tú sabes muy bien que para mí no hay en el mundo más hombre que tú... ¡Mira lo que hago con tus brillantes y mira lo que hago contigo! 
 
Va hacia el balcón y tira a la calle los zarcillos, para volver inmediatamente a abrazarlo. Pero, cuando la apasionada escena de amor frenético acaba, Juan se ausenta de la habitación. La chiquilla, con vertiginosa rapidez, se echa rauda escalones abajo. Los recoge y vuelve a subir.
 
-¿De dóne vienes? -pregunta Belmonte escamado.
 
-Pues de ahí... He ido al comedor a beber un poco de agua.
 
-Mentira. Dime ahora mismo de dónde vienes.
 
-Juan, tú eres un brujo. Ha sido un mal pensamiento. Me atormentaba la idea de que alguien pasara y se llevase los zarcillos.
 
-Hipócrita, mentirosa. Eres como todas. Te ha salido mal la combina. Lo siento. Entre los zarcillos y yo has elegido los brillantes. Quédate con ellos. Conmigo has terminado para los restos. 
 
 
 
 
  
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.