Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Botones del Banco Popular

He aquí un capítulo más de las memorias de Fructuoso Miaja. Quien fue concejal, senador y alcalde de Ceuta. Cuenta que el paro era grande y las necesidades muchas en los años treinta. Y que en el último tramo de la adolescencia los jóvenes tenían que aprender un oficio y si lograban unas pesetillas para ayudar a su casa miel sobre hojuelas. En tal situación estaba yo cuando mi tío, Segundo Miaja, me dijo que ya era hora de trabajar. Lo hizo para ver como reaccionaba... Nada más ver mi cara de satisfacción, me chocó la mano y me habló de que pronto tendría noticias en relación con mi deseo. 

Pronto me comunicaron que el director del Banco Popular, Domingo Sastre, a quien fui recomendado por mi tío, quería verme. Y de esa entrevista salí convertido en botones. El director me habló, entre otras cuestiones, de que el banco valoraba muchísimo la discreción y prudencia de sus empleados. Y que a partir de esas cualidades, con tal de que me aplicara como era debido, podría abrirme paso en la entidad. Empecé ocupándome de asuntos varios. Pero especialmente de los impagados.

De modo que los documentos protestados caían en mis manos por la mañana y estaban en mi poder hasta la hora en que debía entregarlos en la notaría. La cual se encontraba en la calle de Alfau. Aunque los clientes sabían que podían recurrir a mí y retirar los protestos minutos antes de presentarme en las oficinas del notario. Y lo hacían muy a menudo, debido a mi discreción. Porque de mi boca nunca supo nadie quién pecaba de morosidad. Actitud agradecida por los clientes y que propiciaba, también, que la dirección del banco la estimara en su justa medida. 

Ganaba cincuenta pesetas al mes y además me costeaban el uniforme de botones. Cuando le había cogido el aire a mi trabajo y todo parecía ir sobre ruedas, hubo una huelga general secundada por mis compañeros y a la que yo me sumé. Entre otras razones porque mi madre quiso que lo hiciera. Era una de las muchas huelgas habidas ya en ese tiempo y que luego serían innumerables. España, en los años treinta, comenzaba a ser tierra de motivaciones políticas y la gente reivindicaba con violencia derechos que nunca antes fueron escuchados...

Era como si la paciencia se hubiera agotado y las masas exigieran que sus peticiones fueran concedidas de prisa y corriendo y sin concederle el menor respiro a un Gobierno que se veía desbordado por las exigencias de unos y otros. En fin, me estoy adelantando a unos hechos de los cuales hablaré en su momento.

 

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