Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Julio de 1936

Fructuoso Miaja -concejal, senador y alcalde de Ceuta-  cuenta en sus memorias cómo vivió lo ocurrido el 18 de julio de 1936.

La noche anterior, dado que en Melilla se había producido el golpe militar con fecha 17, Ceuta había sido tomada por los militares. Así que el día 18 muchos ceutíes vivieron una tragedia. El miedo era palpable y se hablaba, con las precauciones lógicas, de cómo se habían oídos muchos disparos hasta el amanecer. La radio y el periódico permanecían ya controlados por las fuerzas rebeldes.

La emisora local empezó a difundir los bandos implantados por los sediciosos y las alocuciones de los jefes militares se hacían cada vez más largas y exultantes. Las palabras de Yagüe, de Queipo de Llano o del propio Franco, rebosantes de triunfalismos y encaminadas a decirnos que la misión consistía en salvar a la República del poder comunista, terminaban casi siempre dando vivas a ésta y comunicando que el alzamiento se extendería victoriosamente por toda la Península. 

Comenzaron la detenciones, de las que se daban cuenta diaria en el periódico local, explicando de manera sucinta las causas por las que eran apresadas las personas. El hecho de ser sindicalista, militante de un partido político o autoridad afín a la República, era ya suficiente motivo para ser detenido, encarcelado y fusilado en la mayoría de los casos. Coches con altavoces recorrían la ciudad celebrando la victoria de lo que ellos llamaban el Movimiento Nacional Salvador. Y la gente, cada vez más aterrorizada, pensaba -por encima de cualquier otra cosa- en cómo huir a Tánger para salvar la vida. 

Durante la tarde del día 18, cuando aún la confusión reinaba en la ciudad y el pánico era una realidad incuestionable, un barco leal al Gobierno bombardeó el puerto y la fortaleza del Hacho. El efecto del ataque causó alegría entre los ciudadanos afectos al régimen. Los cuales abrigaban la esperanza de que muy pronto las fuerzas republicanas acabarían reduciendo a los generales rebeldes.

El bombardeo partió del Churruca: barco que regresaba a Ceuta después de haber transportado unidades de Regulares y del Tercio hasta Cádiz. En su empeño atacante contra las baterías de la costa, hundió al España; buque destinado al transporte de tropas. Lo mismo hicieron con barcos mercantes y algunos pesqueros. También dejaron en mal estado la fortaleza del Hacho. En el Churruca se había producido la sublevación de la marinería.

Ante los cañonazos del Churruca, el teniente coronel Gautier, gobernador militar, dictó las normas que debían seguir los ciudadanos en casos así. Si bien la gente, en su mayoría, tomó la decisión de irse a las afueras de la ciudad al anochecer. Lo de irse al campo era una actitud muy criticada por los medios de difusión. Y pusilánime era la palabra que más usaban para despreciar a quienes querían dormir al cielo raso o refugiados en grutas o entre árboles. Pues era una manera de evitar la horrible visita  nocturna de los falangistas.

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