Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 19 de noviembre de 2020

No busquen ser originales

Dedico parte de la mañana a ordenar los anaqueles donde reposan mis libros. Y, aunque hace ya tiempo que las novelas no forman parte de mi lectura, cuando accedo al estante en el cual están situadas, elijo La Vida breve. Cuyo autor es el uruguayo Juan Carlos Onetti. Y en la que se describe a sí mismo como un ser huraño, sarcástico y silencioso. Pero no es de la trama de La Vida breve de la que yo quiero hablar, sino de lo que decía Onetti sobre la originalidad.

"No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa por serlo. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste nada más que se asusta cuando le amenazan el bolsillo". Para Juan Carlos Onetti sólo había una humillación mayor que morirse: ser elogiado después de muerto. También solía decir que al igual que las mujeres honradas, los países felices no tienen historia. Y de las relaciones amorosas emitía el siguiente parecer: 'Siempre hay al menos uno que es sordo. A veces los dos'. 

Juan Carlos Onetti, que todos los días empinaba el codo a tutiplén, se manifestaba así acerca de la mentira. 'Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene'. 

Leer a Onetti es un placer. Pero tan grande escritor nunca cayó en la cuenta de que él también buscó la originalidad mediante el tumbado. Es decir, encamándose durante largas temporadas e incluso años. El escritor uruguayo, sin embargo, logró la singularidad imitando a antecesores de la pluma que buscaron refugio en la piltra porque podían permitirse el lujo de hacerlo: Marcel Proust, Valle-Inclán, Unamuno...

Encamarse por deseo propio, sin padecer enfermedad que impida guardar la verticalidad, solamente está al alcance de quienes tienen medios suficientes para hacerlo. Y, desde luego, sería harto difícil no ver en esa decisión un deseo manifiesto de particularismo. Y sobre todo un mensaje de superioridad: "Nosotros somos personas especiales y los demás no son nuestros iguales". Creencia nada extraña entre quienes tienen el don de pensar bien. O sea, los intelectuales. 

Ah, una cosa es escribir tumbado y otra no levantarse por sistema.

 

 

 

 

 


 


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