Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 23 de marzo de 2021

Recuerdos de los años sesenta

Hoy le he dedicado mi hora de lectura a lo que un director de cine español se atrevió a llamar "los felices sesenta". Y los recuerdos han aflorado. Sin llegar a la nostalgia de un tiempo en el que yo tenía veinte años y vivía a mi aire en un Madrid en el cual se podía cruzar el paseo de la Castellana sin miedo a que te atropellara un seat 600. Y donde me permitía el lujo de alternar algunas tardes en el Bar Chicote o en El Abra. 

A la hora del aperitivo, cuando me era posible, acudía presto al Pasaje de Matheu, situado entre las calles de Espoz y Mina y de la Victoria. Allí estaba el Bar Club, frecuentado por futbolistas, toreros, actores... Y jóvenes deseosos de abrirse camino en cualquier actividad que les proporcionara un medio de vida superior. Ni que decir tiene que pocos lo conseguían. Algunos tenían suerte y terminaban encontrando trabajo. 

Vi a Di Stéfano cambiar el fútbol con su posición en el césped. Fue él quien jugó como ningún otro de eso que ahora se llama falso delantero o delantero flotante. El Bernabéu era un clamor. También vibraban los aficionados del Atlético, en el viejo Metropolitano, con Mendonça, Rivilla, Calleja, Adelardo, Peiró, Enrique Collar, Griffa, Glaría, Madinabeytia, Medina...

Disfruté de lo lindo jugando en Vallecas frente al Rayo y contra el Plus Ultra en el campo de la Ciudad Lineal. Eran partidos donde a mí se me daba bien marcar a jugadores cedidos por el Madrid: José Luis, González, Felines... Tuve la suerte de conocer a un entrenador extraordinario: Luis Elices Cuevas. Uno de los mejores técnicos de aquella época en un Madrid donde su personalidad sobresalía. Hablaba con tanta claridad que los directivos no se atrevían a decir ni mu. 

Elices fue el primero que colocó el famoso líbero como mediocentro. Había sido portero del Betis y del Córdoba. Regía un negocio en el Paseo de Recoletos. Así que no necesitaba el fútbol para vivir. Recuerdo que a los dos nos gustaba ir a Las Ventas del Espíritu Santo para ver a nuestros toreros favoritos. Luis era de José María Manzanares y yo de José Luis Galloso. El último consejo que me dio, después de perder un ascenso frente a la Sociedad Deportiva Eibar de Eulogio Gárate, fue que siguiera un año más con él en Segunda División A. Pero a mí me dio por decir que no. Y tardé nada y menos en sentarme en los banquillos.  


 

 

 


 

 

 

 

 

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