Lo ha sido siempre. Por más que Antonio Gala saliera en su defensa de esta guisa: "Amarillo es el color de la vida". No comprendo por qué los toreros y los cómicos le tienen tanta tirria o tanto miedo". También hay futbolistas que se ponen esa camiseta por pura necesidad. Cierto es que a veces quienes sufren problemas son los que juegan contra los equipos conocidos como submarinos amarillos. En este caso, me refiero al Villarreal Club de Fútbol y a otros clubs que visten de esa guisa.
Los españoles, me atrevo a decir que casi mayoritariamente, preferimos que se nos insulte antes de que se nos tache de gafe. Ser reconocido como persona que lleva consigo el mal bajío, es decir, el famoso y temido mal negro, supone pasar a la historia como alguien cuyo nombre conviene no mentar por si acaso. De Napoleón se decía que detectaba un gafe a la legua y evitaba tenerlo a sus órdenes. Cuando opino al respecto, créanme, siempre se me viene a la memoria la anécdota ocurrida en Córdoba cuando Marcel Domingo entrenaba a este equipo en Primera División.
Resulta que acababa de ser destinado a la ciudad un obispo procedente de Bilbao y que se pirraba por el fútbol. Así que el presidente de la entidad verdiblanca, enterado de ello, lo primero que hizo fue invitarlo al palco. A partir de ese momento los cordobeses dejaron de ganar y todas las miradas convergían en el gobernador de la diócesis como culpable de semejante desaguisado. Y hasta éste llegó la noticia de que ya era considerado gafe de mucha altura. Ni que decir tiene que el hombre aparecía por el palco con complejos culpables y herido en su susceptibilidad.
Pero a la cuarta intentona, se hizo posible la victoria local y el obispo, en plena euforia, gritó hasta quedarse afónico, rematando así su alegría: "¡Coño, ya era hora de que el Córdoba pudiera ganar conmigo en el campo!". Y es que ni siquiera los representantes de la Iglesia quieren ser tenidos por gafes. Viene a cuento repetir este hecho porque cada vez que el equipo amarillo y el merengue se enfrentan, y a la inversa, suceden cosas desagradables.
Nada lejos queda la trifulca barrionajera sucedida entre Baena y Fede Valverde en el garaje del Estadio de la Cerámica. Que tanto dio que hablar... Pues bien ayer, cuando el Madrid ganaba con comodidad al equipo entrenado, muy bien por cierto, por Marcelino García Toral, se produjo la lesión de Dani Carvajal. Un percance grave en una rodilla que tendrá al defensa del Madrid mucho tiempo dado de baja. En suma, he llegado a la conclusión de que los partidos entre ambos clubs están gafados. ¡Lagarto, lagarto!
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