Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 26 de marzo de 2015

La televisión es como el tabaco

Un  día cualquiera, regresa uno a su casa reventado, después de haber trabajado duramente, y durante la cena, tiene uno que tragarse las consecuencias de una crisis económica que ha ido dejando por el camino más paro, mayor inflación, aumento del déficit, menos afiliados a la seguridad social, y el miedo terrible a que un día nos digan que en la caja de las pensiones solamente hay telarañas. La caída de todos los índices económicos, desde hace un lustro, no han hecho sino generar pánico; sobre todo, entre la clase media y los que eran pobres, a nativitate, y ahora lo son aún más.

Hay un auténtico concurso diario entre las diversas cadenas de televisión para ver quién bate el récord de las malas noticias. Corrupción y privilegios han venido copando también las noticias de los medios de comunicación. Aunque la televisión ha sido, como no podía ser de otra manera, el heraldo de todo lo malo. Y lo ha sido porque la actualidad manda. Pues no creo que los periodistas fabriquen los hechos negativos.

La televisión, como decía un amigo, aparentemente es como el tabaco: se dice que es malo pero no se puede pasar sin él. Tampoco conviene echar en saco roto eso de que "cuanto más inquietas están las gentes más votan por el poder establecido". Y nada como la televisión para cundir mensajes adecuados a las necesidades de quienes ostentan el poder.

Lo que nos faltaba era un accidente de la magnitud del que se ha producido en los Alpes franceses, hace días, para darnos cuenta de que es posible deprimirse viendo la televisión. Y por si fuera poco, ahora se nos informa de la posibilidad de que haya sido uno de los pilotos del avión de la compañía alemana Germanwings el hacedor de tamaña catástrofe. Y se nos hiela el corazón.

La vida diaria de todos, por consiguiente, está marcada por ese sombrío entorno audiovisual que mantiene las razones de quemarnos la sangre. Expresión muy andaluza. Lógicamente, todos tenemos miedos al porvenir. Al mismo tiempo, ignoramos absolutamente lo que se podría intentar para acabar con las calamidades que se acumulan en los cuatro extremos del planeta y en los seis lados del hexágono. Reina la impotencia.

¿Cómo sorprenderme, entonces, de que sintamos especial ternura por las emisiones deportivas? Único terreno en el que, de vez en cuando, las gentes tienen un aire satisfecho. Porque si siempre existe un perdedor, inmediatamente tiene que haber un ganador. En eso, los madridistas hemos tenido suerte hasta hace poco tiempo

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